lunes, 2 de mayo de 2011

Apuntes, despuntes y pespuntes vitales.

Si tuviese que agradecerle a mi abuela Coca una sola cosa, y sólo una, ésta sería el empujón final para estar decididamente en contra de la pena de muerte. "Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie", me dijo. Simple, certera, eficaz.

Que George Bush atacó Afganistán primero e Iraq después con un objetivo económico por sobre todas las cosas es algo que deja poca discusión, pero admitamos también que Bin Laden era un sujeto deplorable que sumergió en el pánico a todo Occidente y sus satélites.

Un asesino con pocos escrúpulos y demasiado fanatismo -George Bush- persiguió a cuanto musulmán se le puso enfrente, y buscó, o dijo buscar, por cielo y tierra a Bin Laden, un asesino con pocos escrúpulos y demasiado fanatismo.

Es verdad que la suma de decisiones individuales contribuye a formar lo colectivo. También es verdad que a veces no alcanza. La orden de capturar con vida al líder de Al qaeda hubiese sido digna de un Premio Nobel, sobre todo porque asesinar a un asesino no circula por el camino de la paz.

En definitiva y concluyendo: es el pasado y el presente de Guantánamo, de la ilegalidad, del fanatismo, la hipocresía y el sentido de justicia lo que puede discutirse, pero, honestamente, capturar con vida a Bin Laden no parecía tarea fácil.

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