lunes, 4 de agosto de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes religiosos.

Mientras esperaba para tomar el tercer avión en menos de 15 horas, derrumbado sobre unas incómodas butacas y tratando de pasar el tiempo con los ojos cerrados, me sobresalté con unas voces cercanas. Un grupo de musulmanes, arrodillados en el piso y mirando a la Meca, rezaban y cantaban en la sala de embarque del aeropuerto, llena de gente que, no necesariamente, compartía su devoción. Eran más de 20 personas (algunas vestidas con túnicas blancas, lo que hacía más llamativa su presencia), y todos juntos se hacían notar.

Los demás pasajeros se miraban y poco entendían sobre lo que estaba sucediendo. Un lugar público -y laico, ¡faltaría más!- lleno de gente, estaba siendo apropiado por un grupo de personas que lo había transformado en su espacio privado. No está bien, ¿verdad?

Mientras esperaba para tomar el tercer avión en menos de 15 horas, derrumbado sobre unas incómodas butacas y tratando de pasar el tiempo con los ojos cerrados, me sobresalté con unas voces cercanas. Un grupo de católicos, de pie y formando un círculo, rezaban y cantaban en la sala de embarque del aeropuerto, llena de gente que, no necesariamente, compartía su devoción. Eran más de 20 personas (algunas vestidas de sacerdotes, lo que hacía más llamativa su presencia) , y todos juntos se hacían notar.

Podría también copiar tranquilamente el segundo párrafo sin cambiar palabra alguna y convencido de que los dos casos son iguales, salvo por un motivo: los musulmanes rezando y cantando en la sala de espera del aeropuerto de Singapur no existen.

Catorce días después, mientras esperábamos la hora del embarque para volver a casa, -menos cansados (el viaje todavía no había empezado) pero con más ganas de llegar-, un grupo de católicos españoles creyó mitigar la espera de todos los viajeros allí presentes con su canciones. Guitarra en mano cantaban motivos religiosos y bailaban, ocupando gran parte de la sala de espera, obligando al resto de los pasajeros a tomar caminos complicados para pasar por el lugar.

Un señor, con turbante y una larga barba blanca, se acercó a nosotros (tal vez porque vio nuestros ojos desencajados ante semejante muestra de soberbia y mala educación) para preguntarnos de dónde venían los cantores. Tuve ganas de responder "de occidente", casi para disculparme. Pero no lo hice. Tal vez algo ya esté cambiando, o al menos eso espero.

3 comentarios:

Fernando Salceda dijo...

Comparto plenamente. En alguno de mis viajes también tuve que presenciar (y aguantar) espectáculos como el que describiste; y es realmente molesto.
Hay gente a la que la devoción por sus creencias le bloquea las neuronas, especialmente aquellas que guardan la información relacionada con la educación y el respeto al otro.

Gran abrazo.

Anónimo dijo...

TRES CONVINACIONES PARA VIAJAR... BUTACAS INCOMODAS... MOROCHOS GRITANDO Y GENTE REZANDO PARA LLEGAR A DESTINO....

ESTAS SEGURO QUE NO VIAJASTE EN EL ROCA A QUILMES EN LOS ULTIMOS DIAS????

UNA ABRAZO DESDE EL SUBDESARROLLO

HOY VAMOS POR OTRA COPA

MARIANO BESADA

Anónimo dijo...

PERDON

COMBINACIONES

GRACIAS