lunes, 12 de julio de 2010

Apuntes, despuntes y pespuntes casamenteros.

La jerarquía de la Iglesia católica está desencajada porque, según ellos, la destrucción de la familia se acerca. Tan desencajada como cuando estaba por aprobarse la ley del divorcio; y mucho, pero mucho más, que cuando se estaba gestando el golpe del '76. Ahora se enfrenta al mayor drama que pueda vivir la humanidad: el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. ¡Qué tragedia, amigos!

La Iglesia no se ha dado cuenta de que no vive en un Estado confesional o teocrático, sino que vive en un país donde el poder legislativo está en manos del Estado. Mal que le pese.

Impedir -o tratar de hacerlo- que dos personas decidan pasar juntas el resto de sus vidas (o el tiempo que les plazca), es algo que no debería ser tolerado por la sociedad. Sobre todo porque esta ley no obliga a nadie a hacer aquello que no quiere hacer. No cobra impuestos ni aumenta retenciones, da derechos, y no es poco.

Si con mi esposa quisiéramos adoptar un niño, deberíamos anotarnos en una lista y cuando llegue el momento, enfrentarnos a un juez que decidirá si somos aptos o no para ser padres. La decisión llegará después de un exámen socio ambiental, entrevistas individuales, demostración de ingresos y varias cosas más. Todas importantes.

El mismo procedimiento al que deberán someterse -y espero que puedan hacerlo- las parejas del mismo sexo que decidirán, como cualquier persona en este mundo, formar una familia y tener hijos. Una obviedad. O al menos debería serlo.

3 comentarios:

Fernando Salceda dijo...

Otro interesante texto, Mauricio.
Me llama la atención esta militancia contra este tema de la Iglesia, que no milita con el mismo esmero, por ejemplo, contra los curas pedófilos (que cada vez son más).
Ellos dicen, entre otras dudosas aseveraciones, que se asume el riesgo de que los chicos criados por parejas homosexuales sigan invariablemente el mismo camino. Ante eso, pienso que muchos -la mayoría de los homosexuales- crecieron en hogares heterosexuales, de muchos de los cuales, además, son segregados por esa condición.
En lo que respecta al matrimonio entre personas del mismo sexo pasa algo similar. A veces, para entender determinados temas es bueno poder ponerse en el lugar de quienes los viven. Desde mi condición de heterosexual, se me hace difícil imaginarme casado con otro hombre; pero, al mismo tiempo, si alguien me pidiera un solo argumento sólido en contra de la posibilidad de que dos hombres o dos mujeres se casen entre sí, no tendría una respuesta para dar. No encuentro un solo motivo serio para privar a esas personas de los derechos que todos los demás tenemos.
La película Filadelfia fue de gran ayuda para mí para entender mejor estos temas.

Un abrazo.

Unknown dijo...

excelente!!! yo no puedo creer que se sigan discutiendo este tipo de cosas! la verdad que me supera!!!y los fundamentos superficiales con los que se expresan quienes están en contra, me supera mucho más!
Respecto a los hijos, comparto con Fernando, y si también fueran homosexuales, qué? cuál sería el problema? O alguien se plantea como problema que los hijos de las parejas "normales" sean heterosexuales?
me indigna tanta pelotudez. Vamos por la ley!!!!
besos

Anónimo dijo...

Leo esta mañana que el Senado argentino ha convertido en ley el matrimonio entre homosexuales. ¡¡¡Enhorabuena!!! Besos para todos, Beatriz