Me resulta difícil escribir cuando no me pasan cosas. Hacía una semana que no escribía nada, y no sé si es bueno o malo -que no me hayan pasado cosas, digo, porque convencido estoy de que si no escribo, el mundo sigue muy tranquilo-. Vivo días muy calmos y tal vez esto sea hasta bueno.
Por eso hoy, con total normalidad, fui al supermercado porque lo único que había en mi heladera era un poco de eco. Cargué el carrito con muchas cosas innecesarias, pocas esenciales y me fui a la caja.
Pero ahí no había una cajera que se dedicaba sólo a cobrar. Demasiado divertida para ser una actriz del neorrealismo italiano (aunque por genio y figura hubiese calzado a la perfección), y exageradamente fantástica para colarse en alguna película de Federico Fellini.
Pensé que conocía a la pareja que estaba delante de mí cuando se opuso, con firmeza, a que llamaran "Rodrigo" al hijo que la mujer estaba por parir. No me llamó demasiado la atención cuando abrió el detergente que yo había comprado para sentirle el olor -que tampoco le gustó- . Pero llegó a su punto más alto mientras yo terminaba de llenar las bolsas para meterlas en el carro.
-¿Cómo lo prepara el pescado?- le preguntó a la mujer que esperaba su turno mientras tomaba el paquete de la pescadería para pasarlo por la lectora del código de barras. La mujer sorprendida dio una explicación rápida pero no, nuestra cajera no estaba conforme.
Me alejé de la caja mientras le decía que no, que no hacía falta ponerle mucho aceite porque "cubría el gusto del pescado", y que la pimienta tenia que ser negra, recién molida. Para ese momento, la cola ya tenía 15 personas esperando, pero no importaba porque con 20 minutos en el horno, el pescado estaría listo.
Por eso hoy, con total normalidad, fui al supermercado porque lo único que había en mi heladera era un poco de eco. Cargué el carrito con muchas cosas innecesarias, pocas esenciales y me fui a la caja.
Pero ahí no había una cajera que se dedicaba sólo a cobrar. Demasiado divertida para ser una actriz del neorrealismo italiano (aunque por genio y figura hubiese calzado a la perfección), y exageradamente fantástica para colarse en alguna película de Federico Fellini.
Pensé que conocía a la pareja que estaba delante de mí cuando se opuso, con firmeza, a que llamaran "Rodrigo" al hijo que la mujer estaba por parir. No me llamó demasiado la atención cuando abrió el detergente que yo había comprado para sentirle el olor -que tampoco le gustó- . Pero llegó a su punto más alto mientras yo terminaba de llenar las bolsas para meterlas en el carro.
-¿Cómo lo prepara el pescado?- le preguntó a la mujer que esperaba su turno mientras tomaba el paquete de la pescadería para pasarlo por la lectora del código de barras. La mujer sorprendida dio una explicación rápida pero no, nuestra cajera no estaba conforme.
Me alejé de la caja mientras le decía que no, que no hacía falta ponerle mucho aceite porque "cubría el gusto del pescado", y que la pimienta tenia que ser negra, recién molida. Para ese momento, la cola ya tenía 15 personas esperando, pero no importaba porque con 20 minutos en el horno, el pescado estaría listo.