martes, 24 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes con confianza.

Me resulta difícil escribir cuando no me pasan cosas. Hacía una semana que no escribía nada, y no sé si es bueno o malo -que no me hayan pasado cosas, digo, porque convencido estoy de que si no escribo, el mundo sigue muy tranquilo-. Vivo días muy calmos y tal vez esto sea hasta bueno.

Por eso hoy, con total normalidad, fui al supermercado porque lo único que había en mi heladera era un poco de eco. Cargué el carrito con muchas cosas innecesarias, pocas esenciales y me fui a la caja.

Pero ahí no había una cajera que se dedicaba sólo a cobrar. Demasiado divertida para ser una actriz del neorrealismo italiano (aunque por genio y figura hubiese calzado a la perfección), y exageradamente fantástica para colarse en alguna película de Federico Fellini.

Pensé que conocía a la pareja que estaba delante de mí cuando se opuso, con firmeza, a que llamaran "Rodrigo" al hijo que la mujer estaba por parir. No me llamó demasiado la atención cuando abrió el detergente que yo había comprado para sentirle el olor -que tampoco le gustó- . Pero llegó a su punto más alto mientras yo terminaba de llenar las bolsas para meterlas en el carro.

-¿Cómo lo prepara el pescado?- le preguntó a la mujer que esperaba su turno mientras tomaba el paquete de la pescadería para pasarlo por la lectora del código de barras. La mujer sorprendida dio una explicación rápida pero no, nuestra cajera no estaba conforme.

Me alejé de la caja mientras le decía que no, que no hacía falta ponerle mucho aceite porque "cubría el gusto del pescado", y que la pimienta tenia que ser negra, recién molida. Para ese momento, la cola ya tenía 15 personas esperando, pero no importaba porque con 20 minutos en el horno, el pescado estaría listo.

lunes, 16 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes sugestionados.

La sabiduría oriental viaja con viento en popa en occidente. La autoayuda ha dejado paso a las medicinas naturales y todo lo que es natural, es bueno.

Repitiendo frases bonitas aseguramos -sin pudor- que la energía hay que encauzarla, que la acupuntura en la oreja te quita el dolor de cintura y que la presión justa en el brazo izquierdo es una maravilla para los cálculos renales.

Si un oriental (de Japón, por ejemplo, no del Uruguay, porque ahí el efecto sería otro), mirando las copas de los árboles, dice: "el viento que llega de lejanos y norteños parajes, trae consigo energía negativa que provoca alteraciones nerviosas en nuestro interior", aceptamos asombrados su verdad. Es notable ver cuánto despliegue de talento para afirmar de qué lugar sopla el viento de los locos.

Enfrento una sesión de masajes orientales con un alto grado de sugestión. Estoy convencido de que con su gran sabiduría les basta verme, para saber qué parte del cuerpo me duele; y supongo que cuando me dan la mano, ya conocen las causas de mi dolor.

Por eso cuando el otro día, mientras estaba haciéndome masajes faciales, la china de turno me preguntó si tenía problemas de vista, enseguida pensé que había notado un cierto cansancio en mis ojos, tensión ocular o energía mal encauzada.

Es increible el conocimiento ancestral que llega desde oriente. -Se te nota la marca de los anteojos en la nariz- me dijo, demostrando una vez más, que el saber milenario ha desembarcado con fuerza entre nosotros.

jueves, 12 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes franceses.

Me gusta ver películas que ya vi. No las veo enteras. Si me encuentro con una, me quedo un rato mirándola hasta que cambio, y sigo con otra cosa. Anoche puse el DVD de "Esperando la Carroza", y volví a ver algunos fragmentos.

Había leído en los diarios sobre una noche francesa con final infeliz, y me acordé de la escena de Luis Brandoni, cuando vuelve de la casa de su hermana pobre, con una empanada a medio terminar.

Un grupo de argentinos estaba cenando en París. Habían viajado a Francia para ver el torneo de tenis de Roland Garros. Una gran elección, porque es un torneo muy importante y se ve el mejor tenis del mundo.

Pero mientras cenaban, entró al restaurante el joven ex ministro de economía de Argentina, y eso no les gustó, porque es -así le gritaron- "uno de los que está destruyendo al país". Sí, puede ser; o no, tal vez no. No lo sé.

Es una gran película "Esperando la carroza". Antonio Gasalla y su mamá Cora, Bettiana Blum con su personaje, el de toda la vida, Julio de Grazia y su tristeza, China Zorrilla -su nombre alcanza- y Luis Brandoni, con su "¡qué miseria, che! Tres empanadas para dos personas".

lunes, 9 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes embanderados.

Vuelvo al tema de la patria. No sé si lo hago para justificarme o para justificar ciertos comportamientos que, me parece, son más reaccionarios que patrióticos. Huelen mal aunque lo escondan. Lo saben, lo sabemos. Aunque se oculten detrás de una bandera. Pero no es sobre la intolerancia que quería pensar, sino sobre la identidad.

La semana pasada, en una cena muy divertida, una auténtica madrileña pudo comprobar -creo yo- el patriotismo rioplatense, o lo que es igual, la pertenencia a una cultura, a una sociedad. Porque la patria -me atrevo- no es sólo la tierra. La patria es, fundamentalmente, la gente.

Compartir el presente es sencillo. Es suficiente pasar un rato juntos y con eso alcanza. Pero quienes comparten el pasado corren con ventaja. El hoy es marginal. Basta una mirada, una palabra, y la reacción es la esperada. El ayer es difícil de igualar.

En esa cena no sé si "hicimos patria". No sé ni siquiera qué significa. No sé si alguien, de verdad, hace algo directamente por la patria. No sé si alguien lo habrá hecho alguna vez. Muchos pelearon por sus ideales cuando todavía no existían los colores. En lindo brete se encontrarían nuestros líderes actuales, sin escudos, sin símbolos, sin banderas que oculten la carencia más absoluta de sentido patriótico, ese mismo que dicen defender.