martes, 17 de noviembre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes hambrientos.

Es la primera vez que me llaman así: compañero. A secas, sin nada más que aclarar. Ni de escuela, ni de trabajo ni de viaje. Compañero, y basta.

A mí, que nunca me puse una camiseta del Comandante. A mí, que jamás usé una boina verde ni fumé habanos. A mí, que nunca levanté el brazo con el puño cerrado -y mucho menos con la mano extendida- y lo más cerca que estuve de Bolivia fue en un viaje a la Quebrada de Humahuaca. Sí, justo a mí me llamó compañero.

Gracias, compañero, me dijo el compañero -me entusiasmé- agricultor. De esos agricultores y pescadores que protestan frente a la FAO, donde los países discuten cómo terminar con el hambre con descansos a la hora de comer y sin incomodar a los monsantos y cargiles.

Piden -los compañeros- una reforma agraria para terminar con el hambre. Para que los productores del sur no sean la única fuente de alimentación de las mesas -y mercados- del norte. Para que la especulación no crezca más que los cultivos. Eso piden, con calma, con fuerza y con razón.

Tiene su gustito que te llamen compañero. Lo digo porque tal vez Hugo, Mario, Alfredo, en fin, los compañeros -re- piqueteros, también podrían sentirse bien -y con ellos muchos más- si los productores que protestan en Roma los llamaran, simplemente, compañeros.

jueves, 29 de octubre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes o dunga-dunga.

Siempre hay prioridades. Es inevitable establecer un orden de necesidades para actuar en consecuencia. Es verdad, sin dudas, que si los niños no llegan a la escuela con la barriga llena, después de 4 horas la cabeza se irá vacía.

Pero las prioridades, para un Estado, no son necesariamente excluyentes. Hace unos meses, con las rutas cortadas y las cacerolas sonando por Palermo y Recoleta, la desnutrición infantil estaba en los mismos niveles de este octubre -¡vaya mes!-, para variar, convulsionado.

Dicen que no hay leyes electorales inocentes. Para muestra basta la ley electoral italiana, a la que sus mismos autores -la mayoría berlusconiana- llamaron "cerdada". Yo diría que no hay leyes inocentes. Todas -con buenas o malas intenciones- tienen un objetivo que se aleja de la inocencia.

Hay varios chistes que se ocupan del establecimiento de prioridades. ¿Se acuerdan ese en el que los miembros de una tribu sometían a sus prisioneros con una pregunta de vida o muerte? O una cosa, o la otra; aunque al final las víctimas eran sometidas -con sumo desagrado y en todo sentido- a las dos opciones.

Sin sometimientos ni malas intenciones, sería interesante que los legisladores pudieran permitirse debatir más de un tema simultáneamente, como la rubia del chiste, esa que puede comer chicle y caminar al mismo tiempo.

martes, 20 de octubre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes únicos.

Desde hace décadas, en Europa se cambia la hora dos veces por año. A fines de marzo se adelanta y a fines de octubre se atrasa. El domingo a las tres de la mañana los relojes volverán hacia atrás y serán las dos. Simple, obvio, corriente, usual, normal.

Hacen cuentas los gobiernos y cuantifican el ahorro. La gente -nosotros- acomoda sus horarios y sus cuerpos, y en dos o tres días los posibles malestares desaparecerán.

El perro de mi compañero Salvatore tiene problemas con el cambio de huso horario. Duerme pegado a la puerta de la habitación y se despierta poco antes de que su dueño se levante. Salvatore sabe que en los próximos días encontrará a Pongo durmiendo placidamente, sin darse por enterado del cambio de hora.

En Brasil la hora cambió el sábado pasado. A lo (muy) largo y a lo (muy) ancho del país, los relojes se adelantaron una hora. Así, sin mayores discusiones -las hubo en el pasado, con los Estados del nordeste, pero ya no sucede- todo el país tiene nuevo horario de verano para ahorrar energía.

En Argentina no. Ni cambió la hora ni dejamos de discutir. Lo que funciona en Europa y lo que funciona en Brasil, en Argentina no. Se entiende claramente el porqué: somos únicos, y para un país único, habitado por seres únicos, con problemas únicos, son necesarias soluciones únicas. Y así nos va.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes bolivarianos.

Hace unos días, en la mostra de Venecia, se proyectó el documental de Oliver Stone sobre Hugo Chávez. Al menos así lo presentaban. Es simplista, equivocado e injusto, sostener, después de verlo, que es un documental sobre Chávez.

Es, en realidad, un documental sobre el chavismo, sobre los importantes cambios -pueden no ser positivos, admito- que se están produciendo en América latina, y sobre todo, la ignorancia y la mala intención de los medios norteamericanos para referirse a Chávez y al resto de los presidentes latinoamericanos que le apoyan.

La burla de tres ignorantes norteamericanos disfrazados de periodistas, sobre la costumbre de masticar "cacao" del presidente boliviano, indigna más (aunque no mucho más) que las risitas cómplices de la platea mientras veía a Stone llevarse a la boca hojas de coca ofrecidas por Evo Morales. El discurso unilateral ha hecho mella, y la coca, señores, definitivamente, es la cocaína.

No se ve a la oposición en este documental. No se ven los resultados prácticos (buenos o malos) de la Revolución Bolivariana; y es una deuda con el espectador. Se ve, sí, la manipulación mediática de Estados Unidos, y la intervención política y militar para atentar contra gobiernos democráticos. Eso sí se ve.

No me gusta el estilo de Chávez, lo digo por si la discusión se dispara para ese lado. Pero me gusta, comparto y defiendo su idea de una América Latina unida, con un discurso uniforme y negociando entre pares con el resto del mundo, sin subordinación.

La teoría es muy bonita, pero es en la práctica -demás está decirlo- donde los resultados se convalidan. Si no lo creen, miren hacia el Este. El comunismo destrozó vidas y países. ¿No alcanza? Miren hacia el Norte entonces, que se ve mejor.

jueves, 2 de julio de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes amplios.

Hay diferentes formas para comprobar las consecuencias del paso del tiempo sobre nuestro cuerpo. Una de ellas es buscar una foto vieja (posiblemente del verano y en traje de baño) y llevarla -con extrema precaución- a las cercanías de un espejo.

La evidencia de los años transcurridos salta a la vista -salvo en el caso de Berlusconi: con tantas cirugías, implantes capilares y maquillajes varios, se veía más viejo cuando era joven- . Aunque irrefutable, esta no es una constatación demasiado útil. Somos nosotros mismos los que nos vemos, y no alcanza.

Hace unos días me tocó hacer lugar en los armarios. Esta es otra forma de comprobar que muchos días han quedado atrás. Fue inevitable encontrarme con el pasado. Un pasado en forma de pantalones que hoy sólo podría calzarme hasta poco más arriba de las rodillas. Esto sí parece que alcanza para darse cuenta del paso del tiempo, aunque no es totalmente demoledor.

Lo tremendo, lo angustiante, lo peor, en definitiva, fue ver una foto de mi mujer y sus amigas jugando con uno de mis nuevos pantalones. Una de un lado, otra del otro y en el medio algo parecido a una gran bandera de algodón, color natural; una especie de estandarte con piernas que esperaba, impotente e imponente -debo admitirlo- que una mano amiga le hiciera el ruedo.

Como siempre, me resisto a pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pero recuerdo todavía cuando carente de costurera, me prodigaba con mis expertas manos en las técnicas de la termo adhesión.

viernes, 12 de junio de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes escondidos.

Trato de recordar qué música escuchaba cuando tenía menos de diez años. Supongo que nada de rock, bastante de música infantil, tango (terminó casi gastado un casete de "Buenos Aires 8"), folclore y mucha música bailable gracias a mi abuelo y su piano.

Augusto está preocupado por la música que escuchan sus hijos, aunque más preocupado está por la que no escuchan. Horas de Pink Floyd abandonadas en los cajones; "Sultanes del Ritmo" dejó de ser un tema de Dire Straits para convertirse en "Los sultanes", un grupo berreta y oportunista, con obvias consecuencias.

Años atrás, el tango estaba en bajada. Los jóvenes no lo escuchaban y se temía por su futuro. Le preguntaron a Osvaldo Pugliese si compartía este temor imperante: no -dijo el maestro-, porque el tango siempre los espera.

Hace unos días hablaba por Internet con el más chiquito de los hijos de Augusto. Después de pocos minutos me dijo que se iba a jugar a la Escondida, y me dejó solo aunque esperanzado. Si la buena música es como el juego de la escondida, entonces no hay de qué preocuparse: siempre los espera.

sábado, 16 de mayo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes suficientes.

Para entender, o mejor, para tratar de entender el conflicto en Oriente Medio, ayuda mucho visitar los lugares en los que se discute y se bombardea. Todos tienen razón, creo, aunque parece que los equivocados estuvieran sólo de un lado del muro que divide a Israel de Cisjordania: del otro lado, del de afuera.

Un palestino depende de la voluntad de Israel -que abre o cierra puntos de control en fronteras unilateralmente decididas- para visitar a sus familiares o para ir a trabajar. Un israelí que vive cerca de esas fronteras, teme por su vida cada día: un cohete o un hombre bomba pueden terminar con él.

"Es un conflicto difícil", comentó un sacerdote que viajaba con nosotros. "Hace muchos años que rezamos para que se resuelva, y todavía sigue", remató. Tal vez el camino sea otro, me dije en silencio.

Frente al muro de los lamentos -el otro muro-, que perteneció al Templo de Jerusalén y donde dice la tradición cristiana, Jesús echó a los mercaderes, desde hace miles de años se reza; y desde hace siglos se dejan mensajes, plegarias o, simplemente, deseos escritos en un papel.

Detrás de este muro -el lugar más cercano al lugar santísimo para los judíos- se levanta la Mezquita de Al-Aqsa, o la maravillosa Cúpula de la Roca. Dice la tradición musulmana que desde aquí Mahoma subió al cielo.

Esta zona de la ciudad vieja de Jerusalén es un punto de encuentro de las tres grandes religiones monoteístas. Frente a ese muro, una noche de mayo, con mucho respeto, escribí un deseo simple pero con un sentido amplio, abarcador, que no se reduce sólo a los fanatismos religiosos. Coloqué entre sus grietas un papel con una sola palabra escrita: basta.

martes, 5 de mayo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes nostálgicos.

Me emociono cada vez que escucho a Serrat poniéndole voz a Antonio Machado. Si bien la música y la letra de "Cantares" son maravillosas, me conmueve mucho más la historia del poeta español.

Terminó su vida en Francia, después de varias peripecias que lo acorralaron junto a los republicanos que luchaban por la democracia perdida. Pasó la frontera enfermo, y al poco tiempo -también de pena, parece- murió.

Imagino las charlas con sus compañeros republicanos, antes y después del golpe franquista. Proyectos, modelo de país, libertades, modernidad, arte, futuro. ¡Cuántas charlas de sobremesa, antes, o de sufrimiento, después!

No tuve que imaginar, sin embargo, porque la vi, una charla que asemejaba a la sobremesa de algún restaurante de Palermo (cerca de Plaza Italia). Parecían dos nostálgicos amigos haciendo planes para su futuro, divertidos, a solas, aunque en televisión.

Y me acordé de Machado. Luchó por la democracia con su cuerpo y su cultura. No se escondía detrás del latín ni del tono campechano para proyectar su modelo de país, o mejor, de República.

Tengo una sensación amarga, contra la que combato día a día: la democracia es defendida por casi todos, sin distinción, mientras está vigente. Cuando deja de estarlo, en cambio, pareciera que algunos no se sienten demasiado incómodos; y los que luchan para recuperarla -aunque tal vez me equivoque-, son siempre los mismos.

miércoles, 22 de abril de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes curiosos.

Ante la duda... dice el conocido refrán, la elección, amigas, es obvia. La duda es, además, una gran motivación para aprender. Sin duda no hay crecimiento. Sin duda no hay curiosidad.

Pero son las ideas de la gente las que deberían despertarnos curiosidad. Tener más interés por las personas que por las ideas ajenas es señal de, al menos, aburrimiento. Y ni hablar si lo que importa no es ya la gente o sus ideas, sino lo ajeno. Ahí ya estaríamos, claramente, frente a un hecho tipificado, con gran precisión, en el código penal.

Da pena cuando la gente se preocupa poco por la educación, menos por el crecimiento y nada por el respeto. Sospecho que existe una relación inversamente proporcional entre la carencia de estos tres elementos y la abundancia de curiosidad desperdiciada, inútil, chismosa. Creo que la relación entre la habladuría y el aburrimiento es, en cambio, directamente proporcional.

Aprovechemos entonces la curiosidad para aprender, para crecer, para llevar nuestro horizonte un poquito más allá de la punta de los zapatos. La curiosidad es hija de la ignorancia y madre de la ciencia, dijo un filósofo; la sospecha es prima de la suspicacia, tía de la ofensa y amiga de una amiga de la calumnia, dijo un rosarino, creador de aforismos, impulsado por el negro Fontanarrosa.

Dos caminos, dos recorridos, dos resultados con un punto de partida común. Uno, el más largo, el más complicado, el más difícil, aunque el mejor. Si la elección cae en el otro camino, deberíamos admitir que sin curiosidad estaríamos mucho mejor.

jueves, 16 de abril de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes sísmicos.

No hace falta ser muy dotado para darse cuenta de que estamos a merced de la naturaleza. Nada podemos hacer cuando a esta imponente señora se le ocurre algo. Lo que sea, lo que venga, a cualquier precio.

Tampoco hace falta ser muy dotado para saber que existen medidas para mitigar, contrarrestar y hasta para evitar las consecuencias de los desastres naturales. Desde chicos sabemos que basta el soplido de un lobo para que una casa de paja deje al cerdito sin techo y refugiado en la casa de su hermano, el albañil.

Albañiles honestos y capaces harán falta para reconstruir los pueblos destruidos por el terremoto en Italia. Constructores que no utilicen la arena del mar (con cloruro de sodio incluido) para construir cimientos que se desgranan, con hierros carcomidos por la sal marina y paredes que no soportan el peso -no están preparadas para eso- y "explotan" hacia la calle.

Hasta aquí el pasado. El presente es, entre otras cosas, la enorme cantidad de carpas, con miles y miles de personas sin hogar. La vida en las "tendopolis", como llaman aquí a los campamentos, intenta adquirir normalidad, aunque sin lograrlo.

Berlusconi no ha faltado un solo día. Visitó la zona, nadie lo acusó de demagógico y nadie criticó su intención -discutible- de desdramatizar la situación. Tal vez no haya sido adecuado cuando describió como "día de camping" la estadía en las carpas, pero es un tema menor frente a un drama que, para la gran mayoría de los sobrevivientes, es el futuro que recién comienza.

miércoles, 1 de abril de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes enlutados.

Recuerdo la efervescencia de aquel día. La gente hacía largas colas para votar. Recuerdo la esquina de la escuela, frente a la plaza, llena de gente que esperaba su turno mientras hablaba -sana costumbre- y disfrutaba de un momento negado por años.

Tengo la sensación de que el artífice de ese momento tiene nombre propio. La ilusión, por aquellos años, se reflejaba en la cara de los alfonsinistas. Él era la esperanza, el cambio, lo nuevo. Y fue.

Nada como la muerte para mejorar a las personas, podría decirse. Nada como los poderes económicos para derrocar gobiernos, agrego. La distancia de los hechos, la constancia y la conducta (suyas) son tres pilares en los que debería basarse un juicio crítico sobre Raúl Alfonsín.

Sería interesante extrañar aquellas sensaciones. Me gustaría tenerlas hoy, a pocos meses de las elecciones. No importa el partido, no importan las ideas. No hay ilusión, hay casi nada más allá de los impuestos y la inflación. Son problemas urgentes, sí. Pero la política es mucho más que eso. La política es proyección, la política es progreso, la política es, fundamentalmente, democracia. Y nunca viene mal recordar que "con la democracia se come, se educa y se cura".

lunes, 30 de marzo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes de látex.

Un discurso puede analizarse desde diferentes puntos de vista. Cada observador elige un lugar y desde ahí comienza su recorrido crítico.

Estaba yo en Angola esperando que Benedicto XVI llegara al continente africano para seguir con su incansable tarea de evangelizar, cuando sus declaraciones realizadas desde el avión papal irrumpieron con fuerza en escena.

Dijo Ratzinger, a propósito de la lucha contra el SIDA, que el preservativo no sólo no es la solución, sino que "aumenta el problema". Dada la "infalibilidad" del Papa, los periodistas no pueden repreguntar; así que hecha la declaración, hecha la interpretación.

Se me ocurren tres puntos de vista -habrá más, seguramente- para comenzar a entender esta afirmación: el Papa es ignorante, es tonto o es malintencionado. Descarto lo primero, me debato entre el resto y me decanto por lo último (no se llega a suceder a Pedro sin astucia).

Aun sin compartir, puedo entender la posición de la jerarquía de la Iglesia Católica (hay diferencia entre jerarquía y base) a favor de la abstinencia como método para combatir el SIDA. Lo que es inadmisible, lo que no puede tolerarse, es la mentira. Muchas cosas pueden decirse del preservativo, pero afirmar que "aumenta el problema" del SIDA es un pecado.

Esta simple frase, pronunciada desde el fundamentalismo religioso, puede tirar por tierra años del trabajo realizado por organizaciones humanitarias y millones de dólares invertidos en campañas educativas para prevenir enfermedades de transmisión sexual. Simple, fácil, grave.

Mientras tanto, la cifra de enfermos crece sin parar en África. Los hombres continúan abusando de mujeres que bien podrían optar por la abstinencia -si sus abusadores se lo permitieran- y miles de niños ven cómo sus padres y madres terminan sus días rendidos ante el SIDA. Como dicen en mi pueblo, "a llorar a la iglesia".

miércoles, 25 de marzo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes angoleños.

No estoy totalmente convencido de que la primera impresión es la que vale, pero incide. El orden no parece abundar en tierras angoleñas, y el primer síntoma lo vimos en el aeropuerto. Entre desordenadas filas de acaloradas personas nos abrimos camino para llegar hasta el señor que debía controlar si teníamos puestas las vacunas obligatorias para entrar al país. Y entramos.

Antes de llegar al coche que nos esperaba, un nuevo síntoma: nos pidieron 20 euros para dejarnos pasar sin hacer una cola. No pagamos. Y pasamos. La policía aquí no inspira seguridad, sino miedo. Arrogancia, mucha; privilegios, también. No vi pizzerías, pero si las hubiese, seguro que se comerían -sin pagarla, claro está- una grande con morrones. Sí vi, en cambio, cómo desayunan gratis en los hoteles.

Fea. La capital de Angola es fea. Fue linda, dicen. Les creo por respeto y porque la guerra civil terminó hace siete años. Están reconstruyendo el país, y se nota. No es sólo una reconstrucción edilicia (a Luanda no llegó la guerra pero es como si lo hubiese hecho), sino institucional, civil, de orden público. El tráfico es otro síntoma de la falta de reglas y estructuras (hay pocas calles asfaltadas): dos horas para hacer diez kilómetros.

El gobierno intenta crear básicas normas de convivencia: "La basura en su lugar es un lujo", dice un cartel pegado en los contenedores, en los pocos que hay por las calles, sintomáticamente sucias y destruidas. "Respete al peatón, no circule por la vereda", sorprende y confirma otro.

No sé si la cura llegará para tantos síntomas de un país convaleciente. Mientras tanto, las grandes multinacionales, con sus ejecutivos hiperpagados desembarcan en Angola y convierten a Luanda en la ciudad más cara y, posiblemente, una de las más desiguales del mundo: para algunos, empleos "bien pagados" a 300 dólares, para otros, sueldos envidiables de 20.000 billetes americanos al mes, más casa y coche con chofer.

Pocos antídotos hay para soportar estas diferencias, pero volví con varias "curitas en el alma". Superaba por poco mi cintura, por eso tuve que agacharme para escuchar cómo me pedía un recuerdo para él, mientras me tomaba de la mano. Recién salía de la escuela, con guardapolvos blanco y mochila al hombro. Contento volvió a su casa con un regalito abrochado en la solapa. No sé si sabrá que, en realidad, el recuerdo me lo dejó él. Fue un abrazo fuerte, sentido, genuino, inolvidable...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes selectivos.

En unos días me voy a África. La primera sorpresa fue la cantidad de vacunas que tuve que ponerme: fiebre amarilla, hepatitis B, tifus, tétanos, meningitis, difteria y para terminar (aunque nunca es el final) cólera y una pastilla diaria -desde un día antes de la partida hasta 7 días después del regreso- para la malaria. Completito. Soy un laboratorio andante.

La segunda sorpresa fue después de conocer la cantidad de horas de vuelo. Desde Lisboa son ocho. Antes, las casi tres desde Roma hasta Portugal. Demasiadas para nosotros, si pensamos que los vuelos europeos son bastante más cortos.

Cuando supe que eran ocho horas de vuelo, la vergüenza travestida de calor me invadió completamente. ¿Por qué pienso en África y no en el país al que voy a trabajar? ¿Por qué no tengo ni la menor idea de la distancia que hay entre Italia y Angola? ¿Por qué puedo señalar con el dedo, con poco margen de error, adónde está Atlanta y no sabía hasta hace una semana que Luanda es la capital de Angola?

Tal vez una cifra ayude a explicar el porqué de tanta ignorancia o de conocimiento selectivo: 300 euros. Esto es lo que vale la vida, o la protección de la vida. El que tiene el equivalente a 1400 pesos argentinos, se vacuna y se pone a salvo de las enfermedades que azotan a millones de personas que viven en un continente inmenso e inmensamente rico. Lugares y personas que interesan poco y nada al resto del mundo. El petróleo y los diamantes angoleños, en cambio, sí.

martes, 3 de marzo de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes privados.

Este domingo hizo calor en Córdoba, me dijo el negro. Me dijo también que puso el aire acondicionado bastante fuerte, que discutió con su mujer por la baja temperatura -esto no me lo dijo pero las mujeres siempre tienen frío así que lo doy por hecho- y que compró el partido de River para verlo por DirectTV.

Después de comentar el 5 a 1 con cierta rapidez -quién sabe por qué- mostró su alegría por el gol de Crespo en el Inter. Parece mentira -me decía- que yo me preocupe por Hernán Crespo. ¡Es más! Sufro por Nalbandián, que es una empresa. Es como hacer fuerza por Arcor, exclamaba casi indignado.

En Italia todos los clubes de fútbol tienen dueño. Pero dueño de verdad que pone el dinero, y gana o pierde según los resultados. Para los hinchas esto no tiene importancia alguna: se puede perder la voz alentando a la Juventus mientras los Agnelli (o sus vástagos) brindan con champán francés al final del partido. El dueño del Inter es un petrolero que ha perdido mucho dinero con el fútbol, pero dicen que sus hermanos prefieren que pierda con el fútbol y no que maneje sus empresas, porque sería peor.

Eso, peor no podía ser: "encima como lo había pagado me lo vi entero", lloraba el negro desde Córdoba. "¡Quería descomprarlo!", decía, en una muestra más de la simpleza del hincha. Su vida por volver el tiempo atrás. No estaría mal volver, por ejemplo, a los primeros días de diciembre: para algunos un largo verano, para otros, el mejor invierno en muchos años.

martes, 10 de febrero de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes evolutivos.

Hace 150 años el mundo se entendía de un sólo modo. Un pensamiento hegemónico determinaba la historia de todos los seres vivos que habitaban la tierra. Pero llegó él.

Después de un largo viaje -con escala en la Patagonia y un paseo por las Galápagos-, Charles Darwin interrumpió la misa con su libro sobre el origen de las especies, y enfervorizó homilías basadas en un libro bastante más gordo y más antiguo, con varios siglos a cuestas.

La selección natural no tuvo el camino fácil, aunque sus sólidos argumentos permitieron al biólogo inglés (que en estos días festejaría su bicentenario si hubiese podido adaptarse) poner en discusión -y debilitar- la idea del Dios creador, del hombre como especie superior y la intencionalidad de la vida. Somos, según Darwin (y otros también, entre los que me incluyo haciendo halago de una arrogancia difícil de igualar), simplificando, consecuencia del azar, nada más.

El hombre, mediante la ciencia, no acepta que el azar -para algunos- o la divinidad -para otros- dominen su vida. Recibir un corazón que funcione y controlar el colesterol (del malo, lógicamente) son logros científicos que la humanidad agradece, en los que religiosamente cree, sin duda alguna.

Parece una idea compartida la de esperar que la voluntad divina termine con la vida de las personas. Un final que llega, generalmente, después de haber luchado contra esta voluntad utilizando todos los medios que la ciencia pone a disposición. Un litro de antibióticos, un hígado nuevo y un marcapasos vs. la voluntad divina. Quién sabe si hace 150 años Darwin habría imaginado semejante cartel para un debate todavía abierto.

viernes, 30 de enero de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes cremosos.

Me gusta la alta cocina. En realidad nunca probé un plato de alta cocina, pero me gusta ver cómo trabajan los grandes chefs. Escucharlos mientras cuentan cómo pensaron la crema de eucalipto australiano hidrogenado, o cómo prepararon el polvo de mejillones que decora el atún al horno con salsa de tomate cristalizado, por ejemplo, me encanta.

Son artistas, creo yo, porque para hacer ciertos platos es necesaria una gran dosis de inspiración, además del conocimiento y el trabajo. Claro que el inventor de la plancha eléctrica también tuvo que inspirarse, pero tenía un fin que superaba su invento. Aunque su objetivo no era, como podría pensarse, quitarle las marcas a sus camisas, sino evitar tener que ir a buscar carbón para que su mujer se las planchara.

Lo único que no comparto con estos grandes cocineros es su mezquindad. Deberían decidirse: o platos más chicos, o porciones más grandes. La ramita de romero crocante quedará muy linda, pero si la carne preparada con finas hierbas apenas se intuye debajo de la ramita, la cosa no pinta bien. De todas formas, marcan tendencia, influyen en otros cocineros y también en nuestras cocinas y en nuestra forma de cocinar.

Tal vez por eso, cuando salió del horno el pastel de papas, no me llamó demasiado la atención un detalle: los pasteles que había visto antes tenían la carne cubierta de un puré consistente y crocante. Y para decorar, toda la superficie rayada con un tenedor. Este, en cambio, no.

El puré era una suave crema de papas, inconsistente. Supuse que era una nueva receta, influenciada por el Gurmet o Utilísima, pero no. El puré siempre se ha hecho pisando la papa manualmente, y debería ser siempre así. No hace falta una licuadora. La tradición, queridos amigos, no es una mala palabra.

jueves, 22 de enero de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes numismáticos.

Existe una rara costumbre que no comprendo pero a la cual me he rendido sistemáticamente: arrojar monedas a una fuente para pedir deseos. Si se pasa por la Fontana di Trevi, es inevitable sentirse un poquito Mastroianni y escuchar la voz de Anita que te dice: "vieni, Marcello..." y ahí vas, con una moneda en la mano y la dignidad en la otra, bien guardada en el bolsillo.

Tenía una alcancía a la que hace poco le llegó el final. El chanchito había quedado sin lomo después de una caída, y brillaban un montón de monedas en su interior. Con voluntad las conté (había muchas), las metí en una bolsa y las llevé a un bar amigo para que me las cambiaran. No las quisieron. Tenemos muchas y no sabemos qué hacer con ellas, dijeron con gran simpatía, y las rechazaron.

Hace unos años, me contaba un amigo, en Italia faltaban monedas. En los quioscos te daban un papelito -una especie de Patacón centesimal- que circulaba reemplazando las monedas. De qué época estamos hablando, le pregunté. Hace como 30 años, me enmudeció.

En Argentina podríamos ser pioneros -una vez más, después del colectivo, la birome y el dulce de leche- e introducir una nueva costumbre: arrojar billetes a las fuentes para pedir deseos. Deberíamos pensar un poco mejor el tema de la intrínseca incapacidad de los billetes de dos pesos para flotar sin arruinarse, pero ese es otro tema.

miércoles, 7 de enero de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes de autores.

No seré yo quien contradiga a Eladia Blázquez, pero cada vez que escucho su "Honrar la vida", me entra el miedo y la duda. Sus palabras me suenan un poco exageradas, y tal vez hasta sospecho un dejo de arrogancia; pero así son los artistas.

Temo y dudo porque no sé desde qué momento se comienza a honrar la vida. Posiblemente sea algo demasiado personal, así que doy por hecho que la estoy honrando y me dedico a vivirla.

¿Y ahora? ¿Qué es vivir? ¿Cómo se hace? Hago como quiero y como puedo, y se terminó. A otra cosa. Ya se verá.

Entonces vivo cuando me encuentro con amigos. Vivo cuando hay una buena cena o cuando como lo que hay. Vivo mientras miro la tele en el sofá, con un buen mate y mejor compañía. Cuando sale el sol y deja de llover o cuando llueve y me quedo en casa. Cuando escucho buena música -que copio- y sumo y sigo...

Releyendo para seguir y terminar, no parece tan complicado vivir, aunque sospecho que es sólo una ilusión. O tal vez no. Quizás la dificultad está en eliminar el ruido, quedarse con lo que sirve, con lo que vale, con lo esencial, y con lo que sobra que hagan canciones y las registren en SADAIC.