jueves, 22 de julio de 2010

Apuntes, despuntes y pespuntes digestivos.

Hay que tener el estómago preparado para leer las columnas de Mariano Grondona en La Nación. Todos sus razonamientos están contaminados por su exuberante gorilismo y sus ideas un tanto -soy generoso- conservadoras. Maquillado de pensador dispara obviedades o falacias. Y a veces, se le juntan.

Dice Grondona que el objetivo de Kirchner es "avanzar hacia el monopolio del poder en 2011". Para tener el monopolio hay una sola vía: el golpe de Estado. Si dejamos los delirios (o las nostalgias) esta opción hay que descartarla. Queda sólo la vía del voto, y ahí hay poco para decir.

Sin embargo, sigue Grondona, el objetivo de "los opositores, con Macri incluído, es encomiable". Son todos contra Kirchner, y eso es muy bueno para él, y tal vez para muchos. Pero el fin, de unos y otros, es el mismo: quedarse con la mayor porción de poder posible.

Pero lo que me arruinó la digestión -yo y mis ideas: leer a Grondona después de comer- fue el consejo que le dio a Mauricio: antes de lanzar su candidatura presidencial, no debió "cortarse solo, sin asociarse antes con alguna otra fuerza opositora, en especial el peronismo federal". Buen provecho.

lunes, 12 de julio de 2010

Apuntes, despuntes y pespuntes casamenteros.

La jerarquía de la Iglesia católica está desencajada porque, según ellos, la destrucción de la familia se acerca. Tan desencajada como cuando estaba por aprobarse la ley del divorcio; y mucho, pero mucho más, que cuando se estaba gestando el golpe del '76. Ahora se enfrenta al mayor drama que pueda vivir la humanidad: el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. ¡Qué tragedia, amigos!

La Iglesia no se ha dado cuenta de que no vive en un Estado confesional o teocrático, sino que vive en un país donde el poder legislativo está en manos del Estado. Mal que le pese.

Impedir -o tratar de hacerlo- que dos personas decidan pasar juntas el resto de sus vidas (o el tiempo que les plazca), es algo que no debería ser tolerado por la sociedad. Sobre todo porque esta ley no obliga a nadie a hacer aquello que no quiere hacer. No cobra impuestos ni aumenta retenciones, da derechos, y no es poco.

Si con mi esposa quisiéramos adoptar un niño, deberíamos anotarnos en una lista y cuando llegue el momento, enfrentarnos a un juez que decidirá si somos aptos o no para ser padres. La decisión llegará después de un exámen socio ambiental, entrevistas individuales, demostración de ingresos y varias cosas más. Todas importantes.

El mismo procedimiento al que deberán someterse -y espero que puedan hacerlo- las parejas del mismo sexo que decidirán, como cualquier persona en este mundo, formar una familia y tener hijos. Una obviedad. O al menos debería serlo.