jueves, 29 de octubre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes o dunga-dunga.

Siempre hay prioridades. Es inevitable establecer un orden de necesidades para actuar en consecuencia. Es verdad, sin dudas, que si los niños no llegan a la escuela con la barriga llena, después de 4 horas la cabeza se irá vacía.

Pero las prioridades, para un Estado, no son necesariamente excluyentes. Hace unos meses, con las rutas cortadas y las cacerolas sonando por Palermo y Recoleta, la desnutrición infantil estaba en los mismos niveles de este octubre -¡vaya mes!-, para variar, convulsionado.

Dicen que no hay leyes electorales inocentes. Para muestra basta la ley electoral italiana, a la que sus mismos autores -la mayoría berlusconiana- llamaron "cerdada". Yo diría que no hay leyes inocentes. Todas -con buenas o malas intenciones- tienen un objetivo que se aleja de la inocencia.

Hay varios chistes que se ocupan del establecimiento de prioridades. ¿Se acuerdan ese en el que los miembros de una tribu sometían a sus prisioneros con una pregunta de vida o muerte? O una cosa, o la otra; aunque al final las víctimas eran sometidas -con sumo desagrado y en todo sentido- a las dos opciones.

Sin sometimientos ni malas intenciones, sería interesante que los legisladores pudieran permitirse debatir más de un tema simultáneamente, como la rubia del chiste, esa que puede comer chicle y caminar al mismo tiempo.

martes, 20 de octubre de 2009

Apuntes, despuntes y pespuntes únicos.

Desde hace décadas, en Europa se cambia la hora dos veces por año. A fines de marzo se adelanta y a fines de octubre se atrasa. El domingo a las tres de la mañana los relojes volverán hacia atrás y serán las dos. Simple, obvio, corriente, usual, normal.

Hacen cuentas los gobiernos y cuantifican el ahorro. La gente -nosotros- acomoda sus horarios y sus cuerpos, y en dos o tres días los posibles malestares desaparecerán.

El perro de mi compañero Salvatore tiene problemas con el cambio de huso horario. Duerme pegado a la puerta de la habitación y se despierta poco antes de que su dueño se levante. Salvatore sabe que en los próximos días encontrará a Pongo durmiendo placidamente, sin darse por enterado del cambio de hora.

En Brasil la hora cambió el sábado pasado. A lo (muy) largo y a lo (muy) ancho del país, los relojes se adelantaron una hora. Así, sin mayores discusiones -las hubo en el pasado, con los Estados del nordeste, pero ya no sucede- todo el país tiene nuevo horario de verano para ahorrar energía.

En Argentina no. Ni cambió la hora ni dejamos de discutir. Lo que funciona en Europa y lo que funciona en Brasil, en Argentina no. Se entiende claramente el porqué: somos únicos, y para un país único, habitado por seres únicos, con problemas únicos, son necesarias soluciones únicas. Y así nos va.