domingo, 20 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes humedecidos.

Es un tema del cual poco se habla aunque ya ha sido tratado por, al menos, dos de los más grandes filósofos de la Antigua Grecia.

El maestro, muy reacio a escribir -hombre memorioso si los había-, y su discípulo -gran previsor que confió en el papel más que en la memoria de sus pares- han pensado sobre el drama que azota a los hombres en algún momento de la jornada, sobre todo durante el día y fuera de casa.

Pasaron ya más de 2000 años y la solución definitiva no llega. Hemos aprendido gracias al mecanismo de ensayo y error, pero otros elementos entran en juego y en algunas ocasiones son determinantes.

Podría recurrirse a la frase "no es lo que parece", pero es poco creíble para explicar que las gotas que se adivinan en el pantalón luego de pasar por el baño, son producto de un salpicón mientras nos lavábamos las manos. Y además, nadie lo pregunta, por lo tanto se hace imposible fundamentar las causas de tan desgraciado evento.

Por eso queridos amigos, atentos hasta el final. No basta con alzar invictos el cierre o abrocharse sonrientes los botones del pantalón. Cuando el mecanismo para lavarse las manos es automático, y el agua sale gracias a un sensor de movimiento, el salpicón traicionero se esconde agazapado dentro de la canilla, pronto a llenar de líquido nuestra ropa y de vergüenza nuestra cara.

Pero si esto sucede, recordemos aliviados al dúo griego, que allá lejos, en Atenas, cuna de nuestra civilización, había entendido todo. Por lo tanto, a la primera mirada inquisitoria, tranquilamente responderemos, con altura y saber filosófico, que "ya lo dijo Sócrates y lo escribió Platón, la última gota queda en el pantalón".

sábado, 19 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes turísticos.

Casi como defendiéndome, trato de explicar que cuando viajo por trabajo, lo que fundamentalmente hago es trabajar. Obviamente no estoy ocupado 15 horas por día, aunque algunas jornadas sean bastante largas.

Lo primero que me ha llamado la atención de Sydney es que la gente vive bien. Largo y subjetivo sería llegar a una definición sobre qué es vivir bien, pero creo que la tranquilidad, los espacios públicos, los campos deportivos llenos de personas practicando todo tipo de deportes (el fútbol también, pero de verdad que lo juegan mal) y la gente paseando sin mayores pretensiones, se acercan bastante a la idea de bienestar. Todo esto se ve por aquí.

Pero también hay mar, y hay mariscos. Y hoy es sábado, y también hay un sol que invita al paseo. Y ahí estábamos en el mercado del pescado, eligiendo a dedo una gran variedad de mariscos -para comerlos más frescos habría que hacerlo en un bote, en el medio del pacífico- y brindando como corresponde. Volvimos al trabajo con una bolsa cargada de bienestar.

Hace unos días hice de turista. No podía perderme la reserva de vida silvestre australiana, en donde se puede ver toda la fauna del país. Y sí, los koalas son como parecen: una dulzura. Dan ganas de abrazarlos y llevarse uno para la casa, pero no se puede. Quedan pocos. Ciertas especies silvestres tienen grandes dificultades para reproducirse en algunos lugares del planeta, en otros, no tanto.

Después de ver koalas (y canguros, como no podía ser de otra manera) me dieron muchas ganas de hacer un safari fotográfico por África. Será para otra ocasión. Los leones, jirafas, tigres y gorilas, tendrán que esperar. Bueno, tal vez no tanto. En Buenos Aires hay un lindo zoológico... aunque tal vez ni haga falta entrar.

viernes, 11 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes pacíficos.

Cuando éramos chicos esperábamos con ansias el cumpleaños de Esteban. Después de comer la pizza cuadrada de Ofelia, José proyectaba en super 8 los grandes éxitos de Disney.

Ya más grandes, la expectativa estaba en el cumpleaños de Luis Eduardo. Ahí vimos por primera vez "Tora Tora Tora", una gran película de guerra de los años '70 que cuenta la historia del ataque por sorpresa de la aviación japonesa a la flota americana del pacífico. Para los orientales fue el 8 de diciembre de 1941, pero para los norteamericanos, un día antes, el siete.

Este año, por primera vez, festejé mi cumpleaños en el pacífico. No dejo de preguntarme qué día fue que cumplí los años esta vez. No sé si fue el 9 o el 10, o tal vez el 8. Sé que que nací un nueve de julio, pero ¿cuál es la referencia geográfica y temporal para determinarlo?

Nadie se atrevía, desde las pampas, a desearme un feliz cumpleaños a las once de la mañana del ocho de julio, y con una rara sensación recibí felicitaciones el 10 de julio cuando recién había terminado de desayunar, pleno feriado en Argentina. Así las cosas, parece que este año envejecí antes. No sé cuánto antes, pero lo que sí sé -siguiendo este forzado razonamiento- es que dentro de unos días tendré 13 horas menos, cuando llegue a Buenos Aires.

La película que veíamos casi todos los años tenía un subtítulo que ayudaba a descifrar el código secreto japonés. Tora Tora Tora, éxito en el ataque por sorpresa, decía. No pretendo sorprender, pero igual me siento como un general japonés preparando el ataque a Pearl Harbor. El éxito nunca -siempre- está asegurado, pero por las dudas preparen los portaaviones que estoy por aterrizar.

martes, 1 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes aromáticos.

Hay un libro infantil que recuerdo con mucho gusto. Se llama "El cazador de aromas". Seguramente la compra fue tan casual como causal sería -más tarde- su lectura. En ese libro queda clara la importancia de cada uno de los trabajos, y sobre todo, la necesidad de perseverar para encontrar el propio destino, o casi.

Es la historia de un chico de olfato exagerado que pretende trabajar, justamente, como cazador de aromas. Demás está decir que nadie reconocía la importancia (y la utilidad) de su talento, pero él insistía sin perder el ánimo. Un día, desde su cama, percibe un olor a humo que nadie notaba, y llama a los bomberos. Con su ayuda llegan al foco del incendio y lo apagan. Desde ese día comienza a trabajar con gran éxito en el cuartel de bomberos de la ciudad.

Y aunque no me siento un cazador de aromas -porque herramienta para hacerlo tendría, queriendo- veo con pena que el pragmatismo se ha convertido en la única estrella. Las pasiones dejan lugar a las Acciones, las canciones a las Obligaciones y los cazadores de aromas ya no tienen lugar, salvo que puedan sentir rápidamente el olor a verde americano. Ahí sí.