jueves, 27 de diciembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes... catódicos.

Ayer la policía encontró a un hombre muerto en su casa. Estaba vestido, recostado sobre la cama sin abrir y con el televisor encendido. Deceso por muerte natural, sentenció el forense.

La policía entró a la casa después de que su hermana (la hermana del hombre que murió), llamara preocupada a la comisaría porque su hermano no respondía al teléfono. Quería desearle una feliz Navidad.

Nadie se había dado cuenta de su ausencia. A ningún vecino del pueblo le llamó la atención que las cartas se acumularan en el buzón. A nadie le sorprendió que no saliera más de su casa, ni que el televisor estuviese encendido día y noche sin descanso. A nadie le hacía falta este hombre. Estaba muerto desde hacía cuatro meses.

Seguramente le sobrarían motivos para su soledad y su distancia. Su familia también tendría los suyos para llamarlo cada 4 meses. Tendría motivos (él y los demás también) para carecer de amigos. Aunque uno sí tenía.

Lo acompañó hasta su último respiro y más. Inmóvil pero activo. No dejó de hablar ni un minuto, nada lo detuvo. Si sintió pena no lo sabemos (sospecho que no), pero ahí estuvo hasta el final. Cuando la policía se llevó el cuerpo, el último agente que quedaba en la casa tomó el mando, apretó el botón rojo y el último (o el único) de sus amigos, de pronto, aun inmóvil, se apagó.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... Navidad.

Como cada año, y desde hace mucho tiempo por si no lo sabían -o no se habían dado cuenta-, se festeja la Navidad (cuando me lo propongo soy un intrépido para dar noticias). Es, sin duda, un momento para hacer balances. El que quiere los hace, y el que no, se come un pan dulce, brinda con sidra y a otra cosa.

No voy seguido por el centro de la ciudad así que no veo las vidrieras adornadas con bolas rojas y nieve de fantasía (que aquí sí tiene sentido). Me doy cuenta de la Navidad por (al menos) tres cosas: cuando veo el calendario es la primera de las tres, las publicidades en televisión (invasivas, groseras y exageradamente empalagosas) y en tercer lugar, por el armado del pesebre en la plaza de San Pedro.

Si bien es siempre el mismo (lo que supone una cierta familiaridad para montarlo) los encargados de construirlo tardan semanas. Todavía no está terminado aunque ya falta poco para la celebración del nacimiento de Jesús de Nazareth. Tal vez -y es sólo una opinión- si fuese más modesto (parecido al original), sin tantas pretenciones, ya estaría terminado y listo para ser fotografiado.

Pero hay también, junto al pesebre, un árbol gigante. No es siempre el mismo. Este año viene desde los Alpes. Ciento cuarenta metros de altura cortados a ras del suelo, para terminar -más tarde- como combustible de alguna estufa vaticana. No hace falta. No es necesario. Creo yo que Jesús no estaría de acuerdo. Si hoy fuese ayer, no le habría gustado.

Se puede creer o no en la divinidad de este hombre. Lo que está -me parece- fuera de discusión es su importancia, su influencia en nuestra cultura y su capacidad para cambiar la historia de occidente. Si hoy volviera (para algunos) o naciera (para otros), seguramente no estaría de acuerdo, entre otras tantas cosas, con el ostentoso pesebre o con el árbol moribundo.

Temo que muchos de sus fieles no lo seguirían si volviese. Temo que no tendría la fuerza para cambiar demasiado. Tenemos otros dioses que se apagan y se encienden con el control remoto. Más fácil. Menos compromiso. Más efectivo.

Temo también, que si regresara a nuestra tierra, yo no estaría entre sus discípulos. Estoy tan seguro de esto como de que tampoco estaría entre sus traidores. Pero es demasiado para un texto y demasiado pretencioso para mi. ¡Feliz Navidad! Muchas felicidades, de verdad, y a tomar y comer lo suficiente, o sea: mucho. Hasta la próxima vez.

¡Ah! ¡Me olvidaba! Si ven a un señor gordo, con barba y vestido de rojo, que les hace promesas a cambio de ciertas facilidades, es -como en el viejo chiste- un hombre disfrazado. No crean en todo lo que ven.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes con actitud.

En Italia (y sobre todo en Nápoles) dicen que el mejor café se toma en Nápoles. Todos tienen una teoría diferente sobre las causas del sabor. Efectivamente en Nápoles se toma un muy buen café y la mayoría dice que es por la calidad del agua de esa zona. Una tarde le pregunté a un napolitano si el sabor se debía al agua, y me contestó que no. Es la actitud, me dijo. ¿La actitud del que lo prepara?, me sorprendí. "No, la actitud del que lo toma", sonrió.

Borges se preguntaba si cuando los anglosajones dicen "moon", tendrán la misma sensación que tenemos los latinos cuando decimos "luna". Y posiblemente aquí también es la actitud quien toma las riendas, quien asume el control de la situación, y en definitiva, quien nos hace sentir más o menos; y sentirnos bien o mal, mejor o peor.

Existe un método -el método Silva- que se centra fundamentalmente en desarrollar una actitud positiva en las personas que lo practican. Mercedes (hija, esposa, múltiple madre, bailarina de danza del vientre, estudiante de inglés y amiga) lo practica desde hace años. Ella se "pone en Silva" y no hay nada que se le resista. Por momentos logra hasta detener el tiempo para que el banco no cierre. Y el banco sigue abierto sólo por ella, claro.

Tal vez influenciado por los ya famosos Refutadores de leyendas, o simplemente por exceso de racionalismo, me resisto a creer que todo es actitud. Ayuda, supongo, pero no debería ser determinante. Inútiles con actitud positiva podrán ser felices, pero no un ejemplo. Prefiero pensar que el banco sigue abierto porque aun no es la hora de cerrar o, en todo caso, por la actitud displicente del empleado que todavía no dio media vuelta de llave para irse a comer, y no por mi actitud positiva.

He probado casi todo -lo confieso- sin éxito alguno. Agua corriente, agua mineral, variados recipientes, bombillas de madera, lata o alpaca, diferentes marcas de yerba, y nada. El mate no sabe igual por estas tierras. ¿Qué dicen?
¿Pruebo con la actitud? Hasta la próxima ronda.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... costura.

Hace unos días descubrí -porque Roxana me lo dijo- que a los pantalones no hay que hacerles más el ruedo. Ahora se usan "doblados", sin más. Enarbolando una conservadora transgresión (como si de mantener vivo un centenario oficio en vías de extinción se tratara), seguí luchando para acortar mis nuevos y desproporcionados pantalones. Demasiado largas las piernas para tan avispada -y gracias por la licencia- cintura.

Terminada la complicada tarea -y contemplando el éxito obtenido- me doy cuenta de que es más fácil hacer un ruedo, que echarse al ruedo. Ponerse en juego es una de las tareas más difíciles (porque tal vez la más necesaria) que nos toca enfrentar.

Si bien no importa la edad, creo que el mérito es mayor cuando se está más cerca de la jubilación que del primer sueldo. El miedo y las dudas -eso sí- me parecen similares. Y aunque son varios los factores que entran en juego, no será el temor al fracaso lo que nos frene, ni tampoco el conformismo disfrazado de tranquilidad.

Preparemos entonces el traje de luces que siempre hay un toro que nos espera. Afilemos la espada y tomemos las medidas de la capa. O del pantalón, para abandonar las metáforas taurinas. Yo ya tengo lista mi tijera. Aguja e hilo, no hacen falta. Los transgresores del ruedo utilizamos una cinta termo adhesiva, que con la plancha a 180º y buena voluntad, hace maravillas. Hasta el próximo -hoy sí- pespunte.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes... especiados.

Me abruman. Me agotan. Son absolutamente innecesarias. No hay ningún motivo -salvo el económico, claro está- para tener que soportar nuevamente a las Spice Girls. Es una pena, porque ya casi habíamos olvidado la monotonía, el ruido y la electrónica como único concepto. Ellas -y sus productores discográficos- no.

Ya era suficiente que Victoria (la más esquelética y la que peor se mueve de todas) se casara con Beckham y llenase las crónicas rosas con sus obscenas compras. Dicen que cerraron un piso de "El corte inglés" de Madrid para que ella comprara ropa para sus tres hijitos, pobrecitos.

Después de su regreso a los escenarios en Canadá, los comentarios giraban alrededor de sus hijos, de cómo hacían para cuidarlos con tanto viaje, si jugaban entre ellos y si pensaban en aumentar la familia (luego de aumentar -aun más- sus cuentas corrientes). ¿Y la música? Bien, gracias.

No soy un fundamentalista. Muy aburrido sería un baile en el Club Argentino con la novena sinfonía de Beethoven, y poco rendidor un concierto cuartetero (aunque sea de la mona Jiménez) en el teatro Colón. Sin ir tan arriba ni tan abajo, hay términos medios que vuelan alto. Aterricemos y dejemos por un momento las medidas de altitud.

Por suerte hay otros regresos. Sorprende mirar hacia atrás y tomar conciencia del tiempo que pasa. Que veinte años no es nada lo sabemos porque lo escuchamos desde hace mucho más que veinte años. Otro ejemplo, uno más para confirmar que la buena música sobrevive a casi todo. No hacía falta que las chicas condimentadas volvieran. No hacía falta que Sting se acordara de The Police, porque su música sigue viva aun con el paso del tiempo.
Pero se agradece, y mucho. Hasta la próxima.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes seducidos y abandonados.

Es difícil de explicar el tango. En realidad no es fácil explicar el arte. Se siente y basta. No creo que sea una música triste, pero encuentro gran dificultad para explicar cómo sentimos el tango los argentinos (o cómo lo siento yo, para no exagerar). Cómo sentimos la melancolía, la traición, la tristeza, el desengaño o el sufrimiento. En fin, el contenido del 101% de los tangos.

Arriesgo, sin temor a equivocarme -porque lo que me falta es miedo, y no porque me sobre seguridad-, que cuando escuchamos, por ejemplo, "quiero emborrachar mi corazón para olvidar un loco amor", no pensamos en el nuestro (corazón o loco amor, no importa); sino en el del pobre desgraciado que lo está cantando o -un poco más allá- en el que lo escribió. Siempre es otro el que sufre. Tampoco nos ponemos tristes porque fue abandonado, engañado y dejado miserablemente en la calle con todo su menaje.

Dudo -ahora- si esto es un mecanismo de defensa o simplemente un rasgo de nuestra personalidad. Acostumbrados a la exageración en todo sentido, reaccionamos con frialdad ante el fulano que después de comprarle un tapado de armiño, ve pasar -tiempo después- a su amada con la prenda que tanto esfuerzo le costó, y abrazada a su nuevo novio. Y pensar que hasta tuvo que dejar de fumar para regalárselo.

En cualquier caso (mecanismo o rasgo), el tango parece habernos transformado en testigos del sufrimiento ajeno sin sentir ni siquiera un poco de tristeza. No sé si está bien o está mal. No sé si es sólo en el tango o también nos pasa cuando caminamos por la calle. No es aquí donde encontrarán respuestas -pero eso ya lo sabían-; y como la música es el único placer que no es pecado, subamos el volumen del CD, y que alguno (si es el polaco, mejor) se desgarre el corazón esperando a su amada o desahogando una traición. Hasta el próximo apunte.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... fórmula uno.

Somos diferentes. No es ningún hallazgo, lo sé. Y si bien muchas veces se ha dicho, me subo al carro de los triunfadores sosteniendo que entre el hombre y la mujer existen demasiadas diferencias. Algunas físicas, obviamente. Muchas mentales.

Hace unas semanas, después de una abundante cena (más abundante en líquidos que en sólidos), hablábamos de temas muy serios con algunos amigos. Manteniendo el temple (suyo) y el estilo (de la charla), Dani se lamentó porque estuvo tres días tratando de recordar el nombre de un piloto de fórmula uno, "el finlandés... ese rubio con bigotes gruesos". Nigel Mansell se llama, y manejaba un Williams.

De todos los participantes a la charla había sólo una testigo. Que no entendió -porque no quiso o porque no pudo- que cuando un hombre se queda fijo, en silencio y con la vista perdida mientras mira televisión, pueden estar sucediendo dos cosas: o está mirando televisión, o está pensando en el Nigel Mansell de turno.

Para muchos es una charla cotidiana. Para otros, recurrente. La mujer pregunta y el hombre responde con un clásico y (poco) efectivo "nada". No estamos pensando en nada, ¿o de verdad quieren saber? La mayor parte de las veces sentiríamos un poco de vergüenza si tuviésemos que confesar que nuestra mente estaba en el lejano oeste, o que si hubiese sido más rápido era gol. Cantado. Que podría haberle pegado de aire, así como venía, en vez de pararla y buscar mi mejor perfil (si lo tuviese).

No tengo pretensiones de recopilar escenas de la vida de pareja, en todo caso lo dejo en sus manos (o vuestras, como diría Dani). Aquí me detengo, entonces, porque sospecho que sería de poca utilidad. Pero antes de terminar, creo que como muestra basta un botón: algunos días después de la charla que habíamos tenido, Dani estaba sentado en el sofá mirando -en silencio- televisión. La testigo le preguntó en qué estaba pensando. En Nigel Mansell, dijo mi amigo. Ella juntó sus cosas, y se fue. Hasta el próximo despunte.


Corrección: Mansell, como bien apunta Fernando, es Inglés. La abundancia de alcohol y la carencia de conocimiento llevan a cometer errores inesperados.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Apuntes y despuntes modestamente orgullosos.

Voy a decir algo que puede sonar fuerte. Y después de decirlo intentaré explicarlo: no siento orgullo por Argentina. No siento orgullo por mí país. No lo sentiría por Alemania si hubiese nacido en Berlín, ni por China si tuviese la piel amarilla, ni por Suecia si fuese un irresistible rubio de ojos celestes.

Siento orgullo, sí, por la cosas que hago y por las que no (no por todas, ni de unas ni de otras), por mi familia y por mis amigos. Son hechos, son personas, no entidades abstractas que mucho abarcan y poco aprecian. Y siento orgullo, además, por cinco hombres vestidos de negro que desde hace 40 años demuestran que se puede ser serio, trabajar en serio y tener éxito.

Definir a Les Luthiers como cinco hombres vestidos de negro es como decir que el fútbol es un deporte donde 22 hombres corren detrás de una pelota o, peor aun, que 500 gramos de papel y dos litros de tinta son una novela policial. Es obvio que estas últimas no son definiciones mías, pero me remito a mí primer texto por si alguien tuviese algo para reclamar.

Decía que siento orgullo por Les Luthiers, y lo siento fundamentalmente por una cosa: son, tal vez -y aquí entra en juego la pasión y comienza su retirada la razón-, la mejor expresión de nuestra cultura popular. O al menos es la que prefiero, la que desearía que fuese nuestra cultura, mí cultura. De esta sí (y también) estoy orgulloso.

Pensar. Trabajar con seriedad. Buscar la excelencia con esfuerzo y paciencia. Sin prisas, con honestidad y sin engaños. ¿Será mucho si digo que Les Luthiers pueden ser unos de nuestros próceres del siglo XX y -cuanto menos- del que le sigue?. A muchos conmemoramos por discutibles ideales y dudosos métodos, así que -aun exagerando- declaro, con orgullo, a Les Luthiers próceres de mi querido país. Hasta la próxima.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... terceros.

Admiro a los buenos periodistas. La capacidad para encontrar, observar y contar una historia tiene algo de artístico. Y si bien lo intento, puedo sólo comentar -sin demasiadas pretensiones creativas- pequeñas observaciones de la vida cotidiana.

Me sorprende la actitud que toman ciertas mujeres cuando van en coche con su novio. Más grande, más lujoso y más caro es el auto, menos sonríen. En silencio. Mudas, serias, como enojadas y con la vista perdida en un horizonte que, generalmente, termina un metro más adelante.

Me gusta cuando las vendedoras en Buenos Aires dicen el precio usando el condicional: "serían -se atajan- 25 pesos". Como si fuese una posibilidad, una opinión o cuestión de buena voluntad del comprador pagar los 25 pesos que vale el producto que desea llevarse.

¿Por qué los jugadores de fútbol se expresan en tercera persona?: "Tevez es un jugador con llegada, con gol y que intenta trabajar para el equipo", es la respuesta a la pregunta que un periodista (incisivo y creativo), le hizo a... a Carlos Tevez. Es como si hablar en tercera persona transformara, a quien lo hace, en testigo. Testigo y parte (indefectiblemente, esto sí) de las propias acciones.

Pero el punto más alto del discurso expresado en tercera persona lo tocan -cuando no- las madres. Es raro, porque en general la tendencia es hacia la apropiación del niño: "no me come, doctor", se preocupan. "Mire lo que me hace", se ofenden. Pero cuando se trata de convencer, lo intentan despersonalizándose: "no llores, mi amor. Cuando mamá llegue te prepara la comida" dice una señora a... a su propio hijo.

Ha llegado al final del texto convencido de que fue demasiado largo para demasiado poco. Intenta no bajar el nivel aunque es consciente de que siempre se puede ir más abajo. El autor de este blog espera que las musas vuelvan, o lleguen -siendo (él) más realista-, para seguir compartiendo pensamientos en forma de apuntes. Así que Mauricio los saluda hasta la próxima vez.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... revistas.

El cine siempre, las Para Ti antes y las Cosmopolitan hoy, han causado mucho daño en las relaciones de pareja. Exigen, sin compasión, comportamientos extremadamente románticos para cualquier persona. Sobre todo si esta persona es un hombre (convengamos y aceptemos).

Así las cosas, las opciones se reducen y las consecuencias se hacen patentes. Con extrema facilidad nuestros discursos se vuelven empalagosos. Casi como si escribiéramos un bolero en cada declaración de amor; o cada vez que solicitamos, gentilmente, que nos alcancen la sal. Un lenguaje que de tan dulce corre el riesgo -cada día- de transformarse en diabético.

Con sorpresa me detengo frente a los quioscos de revistas: "Diez consejos para ser una diosa", clama un titular. "Cómo conquistar a tu príncipe azul", promete otro. Demasiado fácil para ser cierto. Tan inverosímiles como las promesas de las revistas de manualidades. La carpintería parece ser el pasatiempo preferido.

Hay quienes dicen que fue una venganza después de ser parte del trío más inocente y menos erótico de la historia de la humanidad. Otros, que fue la energía provocada por un cálido mate al despertar. El motivo no importa. Pero después de una tarde con grandes movimientos -dictados por la pasión y promovidos por la escasa frecuencia o la frecuente escasez (sólo a veces)- una amiga compró una revista que enseñaba cómo transformar una normal cama de cuatro patas en un somier apoyado en el suelo. Y lo logró.

No ha sido la única que ha caído en tentaciones editoriales. Conozco a varias personas que, aun siendo carpinteros, se han dedicado al tejido. Patas de lana autosuficientes, que le dicen. Hasta la próxima.

martes, 6 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... ¿de qué?

Convengamos que la poesía no ayuda: "el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos". Y en cada conversación (y también en cada beso, por qué no) la búsqueda, ya no de una respuesta, sino de La respuesta. Vivir con seguridades pasajeras (sabemos que lo son, aun sin admitirlo), es tan negativo como hacerlo con dudas eternas. El exceso de seguridad lleva -casi siempre- a la soberbia. La inseguridad -cuanto menos-, al egoísmo.

El tiempo es -se me antoja- un aliado. Un aliado del enemigo, si es que lo hubiera. Cada día se parece a un año, y cada año que pasa, a una vida que se va. Y si complicado es vivir preguntándose qué es lo que uno debería hacer; no cuestionárselo, es fatal. Supongo -con exceso de arrogancia y escasez de convicción- que quienes no se cuestionan nada viven felices. Lo supongo, pero no lo espero.

Vivo con dudas. No dejo de preguntarme qué es lo que tengo que hacer. Y me respondo con inútiles preguntas; por retóricas y por inútiles. Pero también sé que no podría vivir de otra forma. No me interesa la felicidad del distraído. Prefiero que la desazón sea el punto de partida, y no llegar a la meta sin darme cuenta.

Quiero, y de esto sí estoy seguro, poder elegir. Que cada decisión que tome sea mía, compartida (siempre es mejor) o autónoma. Pero eso sí: deseo fervientemente ser parte activa en la elección de mis destinos, y no un inerme testigo de mis propios desenlaces. Hasta un próximo -espero cercano- despunte.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Apuntes, despuntes y bonitos pespuntes.

Me gusta la zamba. Tal vez sea, de nuestro folclore, el ritmo que más me entusiasma. Del mismo modo que en el tango hay una exageración -y jactancia- del sufrimiento, en el folclore -me parece- los poetas abusan de la nostalgia del querido pueblo, del añorado pago, y no sólo. A cada sustantivo corresponde -al menos- un adjetivo. Una empalagosa construcción de comunes lugares que concluyen, siempre, en la desinteresada pero cabal mentira.

¿Alguien pasó por Cerrillos? Sinceramente: ¿podrían cantar "cómo olvidarte Cerrillos si por tu culpa tengo mujer" sin ser conscientes de la exageración?; o "veras que lindo es el río desde el puente carretero": ¿qué río? ¿Cuándo? ¡Si está seco la mayor parte del año!

En los años 60, todos cantaban "Angélica, cuando te nombro...". Bien. Bien. Está bien, nada tengo para decir. Pero "si un águila fue tu cariño,/ paloma mi pobre alma,/ temblando mi corazón en tus garras sangró/ y no le tuviste lástima", ¿puede considerarse una declaración de amor?. Aunque algo de eso debe haber, porque "no olvidaré cuando en tu Córdoba te vi/ y tu clavel bajo los árboles robé" me suena a modesto eufemismo.

Menos mal que entre tanto económico verso (me contagié, perdón) hay poetas que logran elevarse y, también, redimir tanta festivalera poesía (¡y dale...!). Escuchen -si quieren, claro está- "La pomeña", con música del Cuchi Leguizamón y la letra de Manuel J. Castilla: "La cara se le enharina, la sombra se le enarena. Cantando y desencantando, se le entreveran las penas". Para qué más si con esto alcanza. Hasta la próxima.

martes, 30 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... sueños.

Despertarse agitado, con el pulso acelerado y las manos apretadas puede ser bastante desagradable. Claro que cuando nos damos cuenta de que fue una pesadilla, la sensación cambia.

¿Por qué, entonces -me pregunto- no logramos disfrutar los sueños como si realmente hubiesen sucedido? Si el cuerpo reacciona con sensaciones reales a estímulos virtuales, no veo tan descabellado aceptar esa experiencia como vivida. Jugar en la primera de Boca, pararla con el pecho en el monumental y clavarla en el ángulo más lejano con uno de esos derechazos que sólo en los buenos sueños te salen, ¿no puede ser también un disfrute real?

Soñar lo inalcanzable puede ser frustrante, pero cuando lo inalcanzable se sueña, resulta -en todo sentido y en cualquier acepción- fantástico. Anoche pasé películas en la cabina del Cine Marconi, en Tejedor. Nunca lo había hecho. Anoche sí, y ya está. He decidido convencerme de que una vez proyecté una película en el cine de mi pueblo. Nunca lo voy a decir, claro está. Pero he decidido que así fue.

Eso sí, soñar demasiado me parece -y ahora se padece- que impide dormir bien. Tengo sueño, y demazzzzzzsiadas ganas de dormizzzzz.... mmmnnnnmmm.... zzzzz... ¡vení afuera zzzzzzi sos machozzzzzzz...! zzzzz.... zzzz... ¡Viva Perón, carajzzzzz! zzzzzzz.... Hasta la prózzzzima... zzzzz......... ZZZZZZZ...... zzzzz....

jueves, 25 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... mejores.

Hace diez años el mejor entre los mejores dijo adiós. El fútbol sigue siendo el fútbol, pero la pelota -aunque casi sin manchar- disfruta menos. Pocas caricias y demasiados golpes. Se extraña, Diego. Se extraña.

Elegir a los mejores es siempre un acto subjetivo. Los sentimientos no están al margen y condicionan la elección. Tal vez es hasta justo que así sea. Pero cuando el talento es tan grande, para negar la evidencia pueden sólo intervenir intereses negativos. Diego sigue jugando, o tratando de jugar. Y nosotros seguimos viendo en ese hombre pesado, y muchas veces triste, el gran jugador que fue. De todos, el mejor. Quedó claro quién es, para mí, el mejor en el fútbol. Pero también tengo otros mejores.

El mejor desayuno, el de nené, en el campo en Santa Inés, que nos convertía a Javier y a mí, en dos innatos cazadores o en intrépidos jinetes. El mejor asado, el de mi viejo; y la mejor merienda - y tal vez a la mejor hora: las 5 de la tarde - la cremita de mí abuela Victoria. La mejor música, el tango y la que tocamos entre amigos. Pero la comida no es todo.

La mejor cintura, la que espero abrazar. Las mejores piernas, las que quiero rozar. La mejor boca, la que se deja besar y el mejor beso, el primero... y el último.

martes, 23 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... frases sinceras (de otros).

No estoy de acuerdo con Oscar Wilde (y perdón por semejante herejía) cuando dice que "la verdad es, simplemente, una cuestión de estilo". Me acerco mucho más a Serrat cuando lo escucho cantar su "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio". ¿Se puede construir un texto copiando frases ajenas? La respuesta es sí, sobre todo cuando no se poseen propias. Probemos.

Veo en la coherencia un gran contenido de sinceridad. "Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa", una buena frase que jamás había escuchado ni leído. Es del escritor francés André Maurois y tanta es mi ignorancia sobre su vida y su trabajo, que tuve que copiar letra por letra su apellido.

Sí he leído, y muchos lo saben hasta el hartazgo (que lo he leído y que lo saben), a Roberto Fontanarrosa. Su autor de aforismos, Ernesto Esteban Echenique, es sin dudas un hombre sabio. Aunque según él mismo, cuando alcanzó la sabiduría, esta lo miró y le dijo: "Ya me alcanza cualquiera". De todas formas, a pesar de su corta carrera en pos del conocimiento, Echenique sabe, y así lo expresa, que "una palabra puede herir. Pero un martillazo es feroz".

En este sentido -y tal vez por ser huérfanos del mismo padre- Inodoro Pereyra también lo tiene claro: "con la verdad no ofendo ni temo -dice el renegáu- pero con la mentira zafo y sobrevivo". Diferentes formas de afrontar la verdad, pero siempre con sinceridad, sin contradicciones. Conscientes de sus propias ideas y, también y sobre todo, de sus propios sentimientos.

Resaltando una fenomenal sabiduría criolla, con resignación y fundamentalmente con sinceridad, el gaucho de Fontanarrosa nos enseña, además, cómo afrontar la vida de pareja. Sabedor de sus limitaciones le confiesa a su perro: "Mendieta, uno se deslumbra con la mujer linda, se asombra con la inteligente... y se queda con la que le da pelota". Hasta el próximo despunte, y que repunte.

lunes, 22 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... felicidad.

Pienso en un camionero. Su viaje no tiene final. Llega para volver, y regresa para partir. Búsqueda continua de un destino esquivo, escribiría -tal vez- algún discreto poeta tanguero, con esa tendencia al sufrimiento que nos marca y remarca. Un trabajo agotador. De amigos circunstanciales que luego de llenar el tanque y la barriga desaparecen recorriendo su camino.

Parecido es, se me antoja, el camino hacia la felicidad. El placer es el destino y, también, el punto de partida en búsqueda de una nueva satisfacción que nos haga felices. El secreto está en la permanencia, en cuánto tiempo nos demoramos y cuánta conciencia tomamos del disfrute. Hablábamos con Jessica -y arriesgábamos- que la necesidad o tal vez la edad (espero lo primero, por nosotros) nos lleva a disfrutar, cada vez más, de la suma de pequeñas cosas. El momento ideal no llega, y si lo hace será un nuevo punto de partida, un nuevo destino, como una nueva ruta que debemos tomar. Pero aquí no hay mapas que indiquen la dirección. Todo no se puede.

En casi todos los ámbitos existen Refutadores de leyendas. Esa agrupación que se encarga de demoler con sólidas bases científicas cada afirmación de Los hombres sensibles, habitantes fantásticos del barrio de Flores, a los que Alejandro Dolina dio vida y alma. La felicidad se debe –y aquí se jactan– a una hormona: la endorfina. Por falta de voluntad, y exceso de ignorancia, no voy a intentar explicar qué es y cómo funciona esta hormona, pero parece que es importante.

Sé, por experiencia (y por suerte, ahora que lo pienso), que hay tres actividades que generan gran cantidad de endorfinas: Hacer el amor, reírse y jugar al golf. En estas semanas tengo una lesión en la mano que me impide jugar. Agradezco a un amigo la carcajada que me provocó esta mañana. Un poco de endorfina no le viene mal a nadie de vez en cuando. Ya despuntaremos nuevamente. Hasta la próxima.

jueves, 18 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... tiempos.

El tiempo: creación humana e intangible. Subjetivo como pocos, pero también concreto y cruel. Einstein postuló que no existe un tiempo absoluto. Una de las predicciones más sorprendentes de su teoría es el hecho de que “el tiempo no transcurre en forma igual para observadores distintos” y yo agrego: pregunten al joven enamorado cuánto dura su último beso, o a su futura suegra. Empírica explicación. Y aunque sospecho que nada tenga que ver con la relatividad, la idea se deja ver.

El tiempo nos afecta, nos condiciona, nos obliga. “Los tiempos postreros serán más cortos”, o algo así me parece que dice la Biblia. En realidad no es a mi, sino a Elena Raquel a la que le parece, porque siempre lo dice. Será una duración relativa, pero lo cierto es que siempre estoy apurado por llegar. Llegar adónde y para qué no importa, pero debe ser ya mismo. Ahora.

Mucho tiempo hay que trabajar. Horas y horas en nombre y búsqueda de una mayor productividad. Todo evoluciona y a veces hasta mejora, pero si se trabaja mucho más tiempo para tener siempre lo mismo, creo que hay alguien que gana y otros que pierden. De una cosa estoy seguro; de la otra no: ¿Alguien puede decirme quién gana?

“Hubo un tiempo que fue hermoso, y fui libre de verdad…" ¡no, no! ¡Esa canción no! Perdón, pero -como dice mi amigo Germán- Sui Generis fomenta el hippismo fogonero, así que mejor volvamos al tiempo relativo que más nos inquieta. Un año parece mucho, y tal vez lo sea. Dos, demasiado. Tres, lo sabemos, son multitud. Y si una semana puede parecer interminable, una noche puede ser efímera y al mismo tiempo (y a su tiempo), eterna. Hasta el próximo despunte.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... nada.

Los blogs están de moda. Y acá estoy. Siempre he tenido la sensación de que tenía algo para decir. Sensación falsa, sin dudas. O al menos en parte. Cualquier cosa que escriba será igual a muchas, y diferente a casi nada. Copiar es imposible, decía Borges. Lo bueno es demasiado conocido para ser plagiado; y apropiarse de lo malo, inútil.

Por eso todo lo que aquí se lea, seguramente no será mío. Siempre alguien se me habrá adelantado, habrá tenido una idea, aunque más no sea, genuina y -tarea más que fácil- la habrá expresado mucho mejor. Pero esto es gratis, fácil y lo que me sobra (por lo menos hoy), es tiempo.

Voy a copiar mucho y citar poco. Lo aclaro desde el principio para evitar disputas (no sé entre quién, pero dejo la humildad para los grandes). Dicho esto, escucho a Bradbury que me dice "primero escribí y después pensá". Como escribir puedo le hago caso y empiezo, pero pensar me cuesta más.

Ahora me acuerdo de Roberto Fontanarrosa. Bueno, ahora y casi siempre. Sobre todo antes de que se muriera. Me acuerdo porque la página está vacía de ideas y aunque espero algún día empezar a llenarla, la realidad es que este texto carece de casi todo.

El negro no creía que sus personajes tuviesen vida propria. "Imaginate -decía- que los personajes te miraran y te dijeran 'pelotudo, seguime'. Eso no existe", pero a él le pagaban por escribir y dibujar, a mí no. Así que como ahora no tengo mucho más para decir, y ni siquiera un personaje que me increpe, aquí termino. Hasta un próximo despunte.