lunes, 22 de octubre de 2007

Apuntes, despuntes y pespuntes de... felicidad.

Pienso en un camionero. Su viaje no tiene final. Llega para volver, y regresa para partir. Búsqueda continua de un destino esquivo, escribiría -tal vez- algún discreto poeta tanguero, con esa tendencia al sufrimiento que nos marca y remarca. Un trabajo agotador. De amigos circunstanciales que luego de llenar el tanque y la barriga desaparecen recorriendo su camino.

Parecido es, se me antoja, el camino hacia la felicidad. El placer es el destino y, también, el punto de partida en búsqueda de una nueva satisfacción que nos haga felices. El secreto está en la permanencia, en cuánto tiempo nos demoramos y cuánta conciencia tomamos del disfrute. Hablábamos con Jessica -y arriesgábamos- que la necesidad o tal vez la edad (espero lo primero, por nosotros) nos lleva a disfrutar, cada vez más, de la suma de pequeñas cosas. El momento ideal no llega, y si lo hace será un nuevo punto de partida, un nuevo destino, como una nueva ruta que debemos tomar. Pero aquí no hay mapas que indiquen la dirección. Todo no se puede.

En casi todos los ámbitos existen Refutadores de leyendas. Esa agrupación que se encarga de demoler con sólidas bases científicas cada afirmación de Los hombres sensibles, habitantes fantásticos del barrio de Flores, a los que Alejandro Dolina dio vida y alma. La felicidad se debe –y aquí se jactan– a una hormona: la endorfina. Por falta de voluntad, y exceso de ignorancia, no voy a intentar explicar qué es y cómo funciona esta hormona, pero parece que es importante.

Sé, por experiencia (y por suerte, ahora que lo pienso), que hay tres actividades que generan gran cantidad de endorfinas: Hacer el amor, reírse y jugar al golf. En estas semanas tengo una lesión en la mano que me impide jugar. Agradezco a un amigo la carcajada que me provocó esta mañana. Un poco de endorfina no le viene mal a nadie de vez en cuando. Ya despuntaremos nuevamente. Hasta la próxima.

3 comentarios:

Unknown dijo...

y bueno, apoyando a los Refutadores de Leyenda, se podría decir que tanto la búsqueda del camionero como el camino a la felicidad se parecen, y casi se desprenden, de lo que en psicología nos enseñan como la búsqueda de alcanzar el deseo. Ese deseo al cual sólo se lo rodea porque si alguien pudiera alcanzarlo verdaderamente ya no tendría sentido continuar.
Te adoro... besooosss
Vic

Fernando Salceda dijo...

Ya que están con Dolina y sus incomparables "Crónicas...", me vino a la memoria aquella historia de Jorge Allen, el poeta, que vivió siete años esperando la vuelta de la pechugona que lo había dejado. Cuando ella volvió perdió razón de ser la búsqueda que le había dado sentido a su vida durante esos siete años. Como si se hubiese sido obligado a bajarse definitivamente de su camión.
Yo no te mando besos como Victoria, sí un gran abrazo; y no le aflojes al blog, están muy buenos los textos.

val dijo...

Vraiment , je n'ai absolument rien compris...
Sur l'endorphine , je me suis fait une idée , mais sur le reste , non !
Mais continue , je trouverai une traduction.
Je t'embrasse ...