Para entender, o mejor, para tratar de entender el conflicto en Oriente Medio, ayuda mucho visitar los lugares en los que se discute y se bombardea. Todos tienen razón, creo, aunque parece que los equivocados estuvieran sólo de un lado del muro que divide a Israel de Cisjordania: del otro lado, del de afuera.
Un palestino depende de la voluntad de Israel -que abre o cierra puntos de control en fronteras unilateralmente decididas- para visitar a sus familiares o para ir a trabajar. Un israelí que vive cerca de esas fronteras, teme por su vida cada día: un cohete o un hombre bomba pueden terminar con él.
"Es un conflicto difícil", comentó un sacerdote que viajaba con nosotros. "Hace muchos años que rezamos para que se resuelva, y todavía sigue", remató. Tal vez el camino sea otro, me dije en silencio.
Frente al muro de los lamentos -el otro muro-, que perteneció al Templo de Jerusalén y donde dice la tradición cristiana, Jesús echó a los mercaderes, desde hace miles de años se reza; y desde hace siglos se dejan mensajes, plegarias o, simplemente, deseos escritos en un papel.
Detrás de este muro -el lugar más cercano al lugar santísimo para los judíos- se levanta la Mezquita de Al-Aqsa, o la maravillosa Cúpula de la Roca. Dice la tradición musulmana que desde aquí Mahoma subió al cielo.
Esta zona de la ciudad vieja de Jerusalén es un punto de encuentro de las tres grandes religiones monoteístas. Frente a ese muro, una noche de mayo, con mucho respeto, escribí un deseo simple pero con un sentido amplio, abarcador, que no se reduce sólo a los fanatismos religiosos. Coloqué entre sus grietas un papel con una sola palabra escrita: basta.
Un palestino depende de la voluntad de Israel -que abre o cierra puntos de control en fronteras unilateralmente decididas- para visitar a sus familiares o para ir a trabajar. Un israelí que vive cerca de esas fronteras, teme por su vida cada día: un cohete o un hombre bomba pueden terminar con él.
"Es un conflicto difícil", comentó un sacerdote que viajaba con nosotros. "Hace muchos años que rezamos para que se resuelva, y todavía sigue", remató. Tal vez el camino sea otro, me dije en silencio.
Frente al muro de los lamentos -el otro muro-, que perteneció al Templo de Jerusalén y donde dice la tradición cristiana, Jesús echó a los mercaderes, desde hace miles de años se reza; y desde hace siglos se dejan mensajes, plegarias o, simplemente, deseos escritos en un papel.
Detrás de este muro -el lugar más cercano al lugar santísimo para los judíos- se levanta la Mezquita de Al-Aqsa, o la maravillosa Cúpula de la Roca. Dice la tradición musulmana que desde aquí Mahoma subió al cielo.
Esta zona de la ciudad vieja de Jerusalén es un punto de encuentro de las tres grandes religiones monoteístas. Frente a ese muro, una noche de mayo, con mucho respeto, escribí un deseo simple pero con un sentido amplio, abarcador, que no se reduce sólo a los fanatismos religiosos. Coloqué entre sus grietas un papel con una sola palabra escrita: basta.