jueves, 18 de diciembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes malevos.

Me resisto a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Creo, sí, que el tiempo ayuda a ver mejor las cosas. Escuchar un disco de Charly García, del Charly de los años 80, permite descubrir -confirmar sería lo correcto- a un gran artista.

Pero si dejamos de escucharlo y leemos sobre su estado de salud, la cosa puede preocupar o disgustar. A mi, claramente, me preocupa. Creo que es, sin dudas, el mejor músico de rock que tiene Argentina, aunque cuando leí que un roquero, que el gran trasgresor, tomaba mate dulce, las dudas me invadieron.

En estos días no paro de cantar un tango de Discépolo. Un tango que siempre cantaba Chiche Ferro por los pasillos de Canal Nueve poniendo voz y actitud de tanguero. Chiche tomaba mate en un engendro vergonzoso: un termo con mate incorporado.

Para tomar mate con ese "coso" (perdón, pero no le encuentro otra definición) había que chupar de la bombilla de plástico que traía incorporada y el agua del termo pasaba a través de la yerba. No había que cebarlo, se auto cebaba.

"Decí por Dios qué me has dao, que estoy tan cambiao, no sé más quién soy", entonaba mi amigo mientras caminaba con el mate y un papel en la mano (para disimular que estaba trabajando, que iba hacia algún lugar). Después de tomar el último mate dulce de esta mañana, no sé si cantar "Vos también estabas verde" de Charly, o seguir con "ya no me falta pa' completar más que ir a misa e hincarme a rezar".

viernes, 5 de diciembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes anaranjados.

Hace un tiempo comentábamos con Javier y Silvina sobre las virtudes del jugo de naranja recién exprimido. Desde hace un año -con inesperada continuidad- beber un vaso de jugo natural se ha convertido en una sana costumbre antes de salir de casa cada mañana. Pero para hacerlo es necesario un práctico exprimidor.

Con Javier coincidíamos en la comodidad de los exprimidores manuales, los que tienen una palanca y poco más. Son fáciles de lavar, decía mi amigo; y ahí fue cuando Silvina mostró sus naturales reflejos femeninos: ¡pero si vos nunca lo lavaste!, increpó ganadora. Pasaste la prueba del exprimidor, dijo él. Hace una semana se casaron.

Cuando salí de la ducha casi listo para ir a trabajar, me encontré sobre la mesa un jugo de naranja recién exprimido. Grata sorpresa, sin dudas. Y en ese momento recordé la charla con mis amigos recién casados. El exprimidor ya estaba lavado y en su lugar. Prueba superada.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes emocionados.

Volví con la valija pesada de mis últimas vacaciones en Argentina. Traía unas cuantas botellas de vino. De muy buen vino que Alejandro, por interpósita persona -diría un amigo-, me regaló y que acepté no sin antes oponerme con escaso énfasis.

Cuando el vino llegó a mi casa -un día después de mi aterrizaje, ya que mi valija quedó perdida en algún aeropuerto-, puse las de tinto a buen resguardo y la de blanco a enfriar. La tenía ahí, fresquita, para abrirla en un buen momento, en una gran ocasión. Suponía que a este sauvignon del 2007 -un blanco potente y perfumado- le llegaría su hora en diciembre.

Me pareció una exageración encender velas perfumadas. Tampoco puse la mesa con el mantel nuevo, ni los platos modernos, ni las servilletas de color, aunque la situación podría haberlo ameritado. Era, sí, una cena íntima. Un momento especial.

Fueron 90 minutos con los ojos vidriosos. Los recuerdos, la emoción, el pasado, el presente y el futuro. Yo y una estrella: Diego Armando Maradona, que bien se merece un brindis con un blanco de Rutini.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes vitales.

Es verdad que se ha exagerado mucho -tal vez demasiado- con la palabra y, sobre todo, con el concepto de libertad. Cada uno intenta ejercer su libertad como quiere y puede, pero ¿cuál es el límite? Y además, ¿quién lo decide?

Sin caer en fundamentalismos anárquicos, la propia vida debería ser decidida por su propietario, o sea, por nosotros mismos. Por qué, para qué y fundamentalmente cómo y hasta cuándo seguir adelante son preguntas que sólo yo puedo responder. Es más, preguntas que yo solo quiero responder.

Hace 17 años que una chica permanece en estado de coma vegetativo. Después de 10 años de lucha (7 años después del accidente que le quitó los sentimientos, su vida, la vida), su padre logró que la justicia lo autorice a cumplir con los deseos de su hija y desconectar la sonda que la alimenta y la hidrata. Un tubo de goma, sólo eso, permite que su corazón siga latiendo.

Quiero vivir. Quiero vivir mucho. Quiero vivir bien. Quiero vivir mucho y bien. Quiero ser dueño de mis días. Hasta el final. Hasta que no pueda más. O hasta que no quiera más. ¿Puedo?

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes repetidos.

Estaba José de San Martín despidiéndose de su esposa -con un beso en la frente, lo sabemos- antes de partir para liberar América. Tenía su sable corvo lustrado y afilado y su caballo blanco atado en la puerta, listo para salir. Era enero y hacía calor. ¿Por qué te vas ahora?, preguntó su esposa Remedios.

La misma pregunta tuvo que escuchar Bolívar cuando partía rumbo a Guayaquil para entrevistarse con San Martín. Esta vez no fue su esposa quién le preguntó, sino sus más cercanos colaboradores que, después de tantos combates, estaban ávidos de dos cosas: descanso y nuevas hipótesis de conflicto.

Se usa mucho -y no voy a ser menos- repetir que la historia se presenta primero como tragedia y después como comedia. Alguien tuvo la osadía de preguntarle a Karl Marx, autor de esta afirmación, en qué se basaba para sostener esta idea. Ofendido, como era de esperar, con el puño levantado -como también era de esperar-, respondió de muy mal modo.

Es interesante ver cómo en diferentes lugares, aunque en épocas similares, la respuesta a las tres preguntas fue la misma. "Son cosas mías", respondieron Don José, Don Simón y Don Carlos. Es sorprendente ver cómo la historia vuelve a repetirse: "Son cosas mías", justificó Don Julio su negativa a Oscar Ruggeri como ayudante de Maradona, aunque dudo que esta vez se trate de una comedia.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes herreros.

Con el mito de los metales, Platón busca justificar su teoría sobre la estratificación del Estado. Más allá de no compartir en absoluto esta idea tan suya, hay que reconocerle, entre otras muchas cosas, una gran capacidad creativa.

Cada uno de nosotros, dice Platón, ha recibido por parte de los Dioses una inyección de metales en su alma. Mayor cantidad de oro para los filósofos, de plata para los guardianes, cobre y hierro para los artesanos y pastores. De acuerdo a la proporción de metales, a cada alma le corresponderá una clase social.

Según este mito, entonces, un filósofo nunca podrá ser pastor ni un pastor (y acá está el temita) podrá ser filósofo y ocupar un lugar destacado en la polis. Supongo que los pensadores de la antigua Grecia podrían compararse a los políticos de nuestros días; y con los últimos cambios en la política mundial, volví a recordar el platónico mito de los metales.

En la madrugada electoral de Estados Unidos, después de largas horas de espera, Barack Obama (el "joven, bello y bronceado", como dijo Berlusconi) le hablaba al mundo. Y en esa trasnochada confirmé, al menos esta vez, que en el reparto de metales me tocó el hierro. Mientras Obama decía "yo tengo un sueño", a mí me sobraba el artículo.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes seleccionados.

Después de lo que pasó en Estados Unidos '94 decidí no discutir nunca más sobre el argumento "Diego Maradona". Si mi interlocutor está de acuerdo conmigo, podemos llegar hasta las lágrimas recordando y reviviendo las jugadas de Maradona.

Si en cambio mi compañero de charla se pone chungo con Diego, no obtendrá respuesta alguna. No discuto porque no puedo pensar. Sólo puedo sentir cuando se trata del mejor jugador de fútbol del mundo.

Esta vez no será la excepción, pero tengo que confesar que me he visto seducido por más de una falacia. Razono mal, equivocadamente, buscando rebatir la teoría de su falta de experiencia.

Me tiento y casi suelto que si es por eso, con grandes experimentados nos ha ido de regular a mal, al menos si el parámetro son los resultados en los últimos mundiales. Caótico con el primer Basile, justito con Passarella, mal con Bielsa, sabor a poco con Pekerman y con el último Basile estaba por verse si llegábamos a Sudáfrica.

Es verdad que los resultados no lo son todo, tanto como que la experiencia tampoco lo es. Los experimentados nos han llevado del pelo corto al talco, de jugadores casi robotizados a la mala racha. Yo propondría, para evitar cualquier crítica, una Cadena Nacional antes de los partidos, otra cortita en el entretiempo y otra al final. Cadena Nacional de jugadas maradonianas. Y a ver quién se atreve a criticar.

jueves, 23 de octubre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes inflados.

En la casa de mi abuela, sobre la estufa a leña que nunca funcionó, dormían, encuadernados, varios años de la revista "Selecciones del Reader's digest". De vez en cuando despertaba un tomo gordo y pesado y leía, sobre todo, los chistes a pie de página y las viñetas.

A menudo recuerdo un chiste que leí en una de esas revistas hace ya unos cuantos años. Allí se ve a un hombre que está comprando algo en un puesto de comidas frente a la cárcel. Se nota claramente que este hombre había estado preso muchos años porque el vendedor le pregunta: ¿un peso por una torta con crema? ¿Pero de dónde ha salido usted?

Cada vez que aterrizo en Buenos Aires me siento como el preso del chiste; y no porque haya salido hace poco de la cárcel (tranquila, mamá). Me he quedado con los precios y también con los ingresos del 2000. Todo me parece caro. Extremadamente caro. Y sospecho que lo es.

martes, 14 de octubre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes absolutamente superlativos.

Esta mañana abro el diario, leo una noticia, me giro y le digo a mi compañero camarógrafo: Salvatore, después de Federico Fellini, sos la persona que más ha hecho por el arte audiovisual italiano. Me miró, y sin sorprenderse, me agradeció replicando: Tiger Woods debería dar las gracias porque no te has dedicado profesionalmente al golf, ya que si así fuese, él sería el número dos. Y tan anchos nos quedamos.

Hablo por teléfono con un amigo y le digo: tus diseños son mejores que los de Santiago Calatrava. Cuando los presentes en público vas a pasar a la historia como un gran arquitecto. Después de agradecer mi halago, me confiesa que nunca antes había leído textos tan inteligentes y tan bien escritos como los de este blog. Y tan anchos nos quedamos.

Sigo pensando en la noticia que leí mientras voy al bar para comer algo. Termino el plato de pasta, me dirijo al cocinero y le digo: por algún motivo oscuro este bar no está en la Guía Michelín. Debería tener una calificación de al menos 5 tenedores. El chef dice gracias y comenta: nunca antes había visto a un cliente conocer tanto de vinos. ¿Es usted enólogo o acaso sommelier? Y tan anchos nos quedamos.

Vuelvo al trabajo y veo por televisión la noticia que había leído en el diario. Berlusconi, frente a un grupo de personas, habla de Bush mientras ambos intercambian miradas y sonrisas: será muy difícil encontrar otro hombre idealista y corajudo como nuestro George, dijo Silvio. Y tan anchos se quedaron.

martes, 7 de octubre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes indiferentes.

Realmente no me interesa nada de lo que pueda pasar en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Aunque sé que me afectará -mi ingenuidad se agota después de escuchar una declaración de amor eterno- creo que esta indiferencia se debe a la imposibilidad de intervenir para cambiar el resultado final.

Sospecho que es una venganza contra los estadounidenses. Sé -saben ya lo de mi escasa ingenuidad- que mi venganza termina ahí nomás; que es de vuelo corto y sin mayores pretensiones, pero no puedo evitarlo.

Cuando uno de los pocos norteamericanos registrados para votar llega a la cabina para elegir a su próximo presidente, piensa en él mismo y en su país (en el mejor de los casos). Nada le importa que su decisión afecte directamente al resto del mundo.

Un mundo que funcionaría bastante mejor -como muestra basta la crisis financiera, para no hablar de Afganistán o Irak- si Estados Unidos, por voluntad y decisión del resto del mundo (al menos de los poderosos), ocupara el lugar que debiera.

Pero como los hechos demuestran que el poder está en el norte de América, y aparentemente nada puede hacerse para cambiar esta situación, no me interesa ni el debate, ni las encuestas, ni el negro ni el viejo. Con indiferencia pago la indiferencia.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes privatizados.

En mayor o menor medida -depende del momento-, el reconocimiento a Don Atahualpa Yupanqui es casi unánime. Autor esencial de nuestra música popular -como todo artista- logra describir con eficacia y eficiencia, las más variadas situaciones.

Si todavía viviera, se haría un festín. En sus últimos años vio cómo "ramal que para, ramal que cierra" y que "el Estado es un mal administrador". Hoy vería cómo se pide a gritos presencia y control públicos. Vería -no sé con qué reacción- cómo quienes se oponían a las privatizaciones, hoy se oponen a lo contrario. Más allá de las válidas razones -estas y aquellas, espero-, el hecho me resulta llamativo.

Vería también -"el mundo es un pañuelo" o "la aldea global", vean ustedes- cómo el Estado italiano vende su compañía aérea de bandera, pero no sin antes dividirla. Problema: el gobierno dividió en dos Alitalia. De un lado la parte que da pérdidas, del otro la que da ganancias. Pregunta: ¿qué parte vendió y con cuál se quedó?

Si estás leyendo este párrafo es porque el pequeño problema anterior ya fue resuelto. Pero lamento desilusionarte. Tanta velocidad carece de mérito porque esa pregunta ya fue respondida hace mucho tiempo: las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas, escribió Atahualpa Yupanqui. Y acertó.



nota: si alguien tiene ganas de reírse y entender por qué el gobierno de Estados Unidos intenta convertirse al Socialismo, puede ver este excelente video de dos humoristas ingleses (aquí está). Y por favor no lloren, que las penas y las vaquitas hace años que se van por la misma senda.

martes, 23 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes azabaches.

Comentábamos con Javier el viejo chiste de los zapatos de charol que un pobre muchacho temió rajados durante un baile movidito. El tema surgió porque había salido a comprar un par de zapatos hacía unos días. Los más nuevos que tenía (prácticamente sin usar) eran de color caqui, y aunque él usó un adjetivo bastante más colorido y bastante menos delicado, serían demasiado vistosos para recorrer el camino hacia el altar.

Así que yo hoy también salí a mirar zapatos. Mirar, ese era mi único objetivo. No tenía la más mínima intención de comprar algo. Pero no he perdido la cordura. No me he dejado llevar por la vorágine consumista, por el despilfarro compulsivo. Lo mío tenía otra intención, más práctica, más concreta, más... más masculina, si se quiere.

Tengo un casamiento en estos días, y otro más tarde; y un par de zapatos nuevos. Nuevos porque prácticamente no están usados. Los compré hace diez años y ahí están, relucientes. Son negros, con cordones, y parece que a pesar del tiempo transcurrido, todavía siguen usándose.

Después de dar vueltas por algunas zapaterías -sin exagerar, porque soy hombre al fin- dos hechos tranquilizaron mis finanzas: la comprobación visual de que todavía se ven en las vidrieras, y la sentencia de mi compañera Mercedes -mujer al fin-, asegurando que mis veteranos zapatos aún son actuales.

Convencido entonces de que los clásicos nunca pasan de moda, listo estoy para darles lustre y dejarlos bien brillantes, espejados. No pretendo utilizarlos para emular el clásico chiste de los zapatos de charol, así que si advierto una mínima rajadura -o lo que sea- durante la fiesta, no tendré miedo alguno. Ya han dado lo que tenían que dar.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes negacionistas.

Desde hace mucho tiempo tengo la sensación de que el pasado no existe. O cuanto menos, me parece que el pasado nunca queda atrás. Está aquí. Con nosotros. Ahora.

Leía que dos abuelas encontraron a su nieto después de buscarlo durante 30 años. Para la mayoría de nosotros, el 1978 es el pasado -para algunos, hasta es historia-, pero ¿de verdad lo es?

Soy como soy porque tuve un abuelo con cine y otro con panadería. Porque mi madre es maestra, y mi padre también -a cada uno lo suyo-. Porque jugué al fútbol y toqué el piano y el clarinete. Porque conservo los amigos desde que me acuerdo y porque he perdido otros, de los que también me acuerdo.

Soy lo que soy por todo lo que leí, pero sobre todo por lo que no leí. Soy así porque leo a Fontanarrosa, porque leí a Quino y su Mafalda, porque no escucho Radio10 salvo cuando está Dolina. Porque de fútbol sabe Víctor Hugo y no Recondo, porque El Gráfico llegaba a mi casa con mucho esfuerzo, pero lo devoraba con gran facilidad.

Soy, en definitiva, mi pasado. Soy, inevitablemente, este presente. Como el nieto de las abuelas. Esas que no podían dejar de recordar su pasado y que ahora, más que nunca, su ayer es hoy, y sobre todo, mañana.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes exóticos.

La ausencia puede producir ansiedad. Cuando algo te falta, cuando estás lejos de alguien o cuando una cierta rutina se interrumpe, cuesta llenar el vacío que se produce.

Nada de esto ha sucedido -estoy plenamente seguro- con los lectores de esta poco útil página. Qué son 3 semanas sin publicar cuando existen textos infinitamente mejores para leer y comentar. Hay gente que vive de la escritura. Pues bien: a por ellos, amigos, que aquí escasean las ideas y las voluntades.

Tratando de rellenar el vacío -aunque sin ideas ni voluntad- estaba yo tomando mate en una oficina, cuando entra una estadounidense (americana, diría ella, apropiándose de un continente que la excede), y viendo la discreta calabaza -con su base de cuero y la bombilla de alpaca que se apoyaba en mi boca-, pregunta: "¿africanou?".

Dejaré de lado que en la puerta había un inmenso cartel que anunciaba nuestra procedencia, y aceptaré que se refería al mate, y no a mí. Así las cosas, su pregunta demuestra desconocimiento -que no juzgo, ¡faltaría más!- pero sobre todo deja en claro una cosa: la mayoría de la gente que vive en este planeta no tiene ni la más remota idea de Argentina y de sus costumbres. Me hace bien tener en cuenta este hecho. Ajusta, modera, equilibra.

martes, 19 de agosto de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes épicos.

Hace poco terminó el partido que la selección olímpica le ganó 3 a 0 a Brasil. Fue un lindo partido de fútbol, por el juego y por el resultado; y por estas dos cosas estaba contento, pero abrí la página de Clarín y se me fue la alegría.

Ahí dice que "la Selección humilló a Brasil", recuerda otro enfrentamiento futbolístico de hace 18 años en el que el "héroe fue Caniggia" y reproduce unas declaraciones de Sergio Batista que muy sueltito dice: "con estos jugadores peleo en Irak".

El tono épico es una constante en las crónicas deportivas. No es nuevo ni desaparecerá, pero tal vez si las reacciones fuesen ligeramente más moderadas, cuando las cosas no salen bien, el sufrimiento (porque ahora sí que se goza) sería menor, arriesgo.

Y hablando de sufrimientos: ¿puede una persona sufrir tanto viendo un partido de fútbol? ¿Por qué tengo que estar 90 minutos aferrado a la silla, pidiendo que se termine cuando falta más de media hora? y sobre todo ¿por qué voy a levantarme -para sufrir todavía más- a las seis de la mañana para ver, simplemente, una final olímpica?

Ya sé por qué es. Es por el fútbol y porque el cani fue un héroe en el mundial de Italia y porque Brasil se fue humillado y porque con estos chicos yo también peleo, aunque por ahora, sólo en Pekín.


A propósito: ¿por qué decimos Nueva York y no New York, Londres y no London y Beijing, en lugar del Pekín de toda la vida?

lunes, 4 de agosto de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes religiosos.

Mientras esperaba para tomar el tercer avión en menos de 15 horas, derrumbado sobre unas incómodas butacas y tratando de pasar el tiempo con los ojos cerrados, me sobresalté con unas voces cercanas. Un grupo de musulmanes, arrodillados en el piso y mirando a la Meca, rezaban y cantaban en la sala de embarque del aeropuerto, llena de gente que, no necesariamente, compartía su devoción. Eran más de 20 personas (algunas vestidas con túnicas blancas, lo que hacía más llamativa su presencia), y todos juntos se hacían notar.

Los demás pasajeros se miraban y poco entendían sobre lo que estaba sucediendo. Un lugar público -y laico, ¡faltaría más!- lleno de gente, estaba siendo apropiado por un grupo de personas que lo había transformado en su espacio privado. No está bien, ¿verdad?

Mientras esperaba para tomar el tercer avión en menos de 15 horas, derrumbado sobre unas incómodas butacas y tratando de pasar el tiempo con los ojos cerrados, me sobresalté con unas voces cercanas. Un grupo de católicos, de pie y formando un círculo, rezaban y cantaban en la sala de embarque del aeropuerto, llena de gente que, no necesariamente, compartía su devoción. Eran más de 20 personas (algunas vestidas de sacerdotes, lo que hacía más llamativa su presencia) , y todos juntos se hacían notar.

Podría también copiar tranquilamente el segundo párrafo sin cambiar palabra alguna y convencido de que los dos casos son iguales, salvo por un motivo: los musulmanes rezando y cantando en la sala de espera del aeropuerto de Singapur no existen.

Catorce días después, mientras esperábamos la hora del embarque para volver a casa, -menos cansados (el viaje todavía no había empezado) pero con más ganas de llegar-, un grupo de católicos españoles creyó mitigar la espera de todos los viajeros allí presentes con su canciones. Guitarra en mano cantaban motivos religiosos y bailaban, ocupando gran parte de la sala de espera, obligando al resto de los pasajeros a tomar caminos complicados para pasar por el lugar.

Un señor, con turbante y una larga barba blanca, se acercó a nosotros (tal vez porque vio nuestros ojos desencajados ante semejante muestra de soberbia y mala educación) para preguntarnos de dónde venían los cantores. Tuve ganas de responder "de occidente", casi para disculparme. Pero no lo hice. Tal vez algo ya esté cambiando, o al menos eso espero.

domingo, 20 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes humedecidos.

Es un tema del cual poco se habla aunque ya ha sido tratado por, al menos, dos de los más grandes filósofos de la Antigua Grecia.

El maestro, muy reacio a escribir -hombre memorioso si los había-, y su discípulo -gran previsor que confió en el papel más que en la memoria de sus pares- han pensado sobre el drama que azota a los hombres en algún momento de la jornada, sobre todo durante el día y fuera de casa.

Pasaron ya más de 2000 años y la solución definitiva no llega. Hemos aprendido gracias al mecanismo de ensayo y error, pero otros elementos entran en juego y en algunas ocasiones son determinantes.

Podría recurrirse a la frase "no es lo que parece", pero es poco creíble para explicar que las gotas que se adivinan en el pantalón luego de pasar por el baño, son producto de un salpicón mientras nos lavábamos las manos. Y además, nadie lo pregunta, por lo tanto se hace imposible fundamentar las causas de tan desgraciado evento.

Por eso queridos amigos, atentos hasta el final. No basta con alzar invictos el cierre o abrocharse sonrientes los botones del pantalón. Cuando el mecanismo para lavarse las manos es automático, y el agua sale gracias a un sensor de movimiento, el salpicón traicionero se esconde agazapado dentro de la canilla, pronto a llenar de líquido nuestra ropa y de vergüenza nuestra cara.

Pero si esto sucede, recordemos aliviados al dúo griego, que allá lejos, en Atenas, cuna de nuestra civilización, había entendido todo. Por lo tanto, a la primera mirada inquisitoria, tranquilamente responderemos, con altura y saber filosófico, que "ya lo dijo Sócrates y lo escribió Platón, la última gota queda en el pantalón".

sábado, 19 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes turísticos.

Casi como defendiéndome, trato de explicar que cuando viajo por trabajo, lo que fundamentalmente hago es trabajar. Obviamente no estoy ocupado 15 horas por día, aunque algunas jornadas sean bastante largas.

Lo primero que me ha llamado la atención de Sydney es que la gente vive bien. Largo y subjetivo sería llegar a una definición sobre qué es vivir bien, pero creo que la tranquilidad, los espacios públicos, los campos deportivos llenos de personas practicando todo tipo de deportes (el fútbol también, pero de verdad que lo juegan mal) y la gente paseando sin mayores pretensiones, se acercan bastante a la idea de bienestar. Todo esto se ve por aquí.

Pero también hay mar, y hay mariscos. Y hoy es sábado, y también hay un sol que invita al paseo. Y ahí estábamos en el mercado del pescado, eligiendo a dedo una gran variedad de mariscos -para comerlos más frescos habría que hacerlo en un bote, en el medio del pacífico- y brindando como corresponde. Volvimos al trabajo con una bolsa cargada de bienestar.

Hace unos días hice de turista. No podía perderme la reserva de vida silvestre australiana, en donde se puede ver toda la fauna del país. Y sí, los koalas son como parecen: una dulzura. Dan ganas de abrazarlos y llevarse uno para la casa, pero no se puede. Quedan pocos. Ciertas especies silvestres tienen grandes dificultades para reproducirse en algunos lugares del planeta, en otros, no tanto.

Después de ver koalas (y canguros, como no podía ser de otra manera) me dieron muchas ganas de hacer un safari fotográfico por África. Será para otra ocasión. Los leones, jirafas, tigres y gorilas, tendrán que esperar. Bueno, tal vez no tanto. En Buenos Aires hay un lindo zoológico... aunque tal vez ni haga falta entrar.

viernes, 11 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes pacíficos.

Cuando éramos chicos esperábamos con ansias el cumpleaños de Esteban. Después de comer la pizza cuadrada de Ofelia, José proyectaba en super 8 los grandes éxitos de Disney.

Ya más grandes, la expectativa estaba en el cumpleaños de Luis Eduardo. Ahí vimos por primera vez "Tora Tora Tora", una gran película de guerra de los años '70 que cuenta la historia del ataque por sorpresa de la aviación japonesa a la flota americana del pacífico. Para los orientales fue el 8 de diciembre de 1941, pero para los norteamericanos, un día antes, el siete.

Este año, por primera vez, festejé mi cumpleaños en el pacífico. No dejo de preguntarme qué día fue que cumplí los años esta vez. No sé si fue el 9 o el 10, o tal vez el 8. Sé que que nací un nueve de julio, pero ¿cuál es la referencia geográfica y temporal para determinarlo?

Nadie se atrevía, desde las pampas, a desearme un feliz cumpleaños a las once de la mañana del ocho de julio, y con una rara sensación recibí felicitaciones el 10 de julio cuando recién había terminado de desayunar, pleno feriado en Argentina. Así las cosas, parece que este año envejecí antes. No sé cuánto antes, pero lo que sí sé -siguiendo este forzado razonamiento- es que dentro de unos días tendré 13 horas menos, cuando llegue a Buenos Aires.

La película que veíamos casi todos los años tenía un subtítulo que ayudaba a descifrar el código secreto japonés. Tora Tora Tora, éxito en el ataque por sorpresa, decía. No pretendo sorprender, pero igual me siento como un general japonés preparando el ataque a Pearl Harbor. El éxito nunca -siempre- está asegurado, pero por las dudas preparen los portaaviones que estoy por aterrizar.

martes, 1 de julio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes aromáticos.

Hay un libro infantil que recuerdo con mucho gusto. Se llama "El cazador de aromas". Seguramente la compra fue tan casual como causal sería -más tarde- su lectura. En ese libro queda clara la importancia de cada uno de los trabajos, y sobre todo, la necesidad de perseverar para encontrar el propio destino, o casi.

Es la historia de un chico de olfato exagerado que pretende trabajar, justamente, como cazador de aromas. Demás está decir que nadie reconocía la importancia (y la utilidad) de su talento, pero él insistía sin perder el ánimo. Un día, desde su cama, percibe un olor a humo que nadie notaba, y llama a los bomberos. Con su ayuda llegan al foco del incendio y lo apagan. Desde ese día comienza a trabajar con gran éxito en el cuartel de bomberos de la ciudad.

Y aunque no me siento un cazador de aromas -porque herramienta para hacerlo tendría, queriendo- veo con pena que el pragmatismo se ha convertido en la única estrella. Las pasiones dejan lugar a las Acciones, las canciones a las Obligaciones y los cazadores de aromas ya no tienen lugar, salvo que puedan sentir rápidamente el olor a verde americano. Ahí sí.

martes, 24 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes con confianza.

Me resulta difícil escribir cuando no me pasan cosas. Hacía una semana que no escribía nada, y no sé si es bueno o malo -que no me hayan pasado cosas, digo, porque convencido estoy de que si no escribo, el mundo sigue muy tranquilo-. Vivo días muy calmos y tal vez esto sea hasta bueno.

Por eso hoy, con total normalidad, fui al supermercado porque lo único que había en mi heladera era un poco de eco. Cargué el carrito con muchas cosas innecesarias, pocas esenciales y me fui a la caja.

Pero ahí no había una cajera que se dedicaba sólo a cobrar. Demasiado divertida para ser una actriz del neorrealismo italiano (aunque por genio y figura hubiese calzado a la perfección), y exageradamente fantástica para colarse en alguna película de Federico Fellini.

Pensé que conocía a la pareja que estaba delante de mí cuando se opuso, con firmeza, a que llamaran "Rodrigo" al hijo que la mujer estaba por parir. No me llamó demasiado la atención cuando abrió el detergente que yo había comprado para sentirle el olor -que tampoco le gustó- . Pero llegó a su punto más alto mientras yo terminaba de llenar las bolsas para meterlas en el carro.

-¿Cómo lo prepara el pescado?- le preguntó a la mujer que esperaba su turno mientras tomaba el paquete de la pescadería para pasarlo por la lectora del código de barras. La mujer sorprendida dio una explicación rápida pero no, nuestra cajera no estaba conforme.

Me alejé de la caja mientras le decía que no, que no hacía falta ponerle mucho aceite porque "cubría el gusto del pescado", y que la pimienta tenia que ser negra, recién molida. Para ese momento, la cola ya tenía 15 personas esperando, pero no importaba porque con 20 minutos en el horno, el pescado estaría listo.

lunes, 16 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes sugestionados.

La sabiduría oriental viaja con viento en popa en occidente. La autoayuda ha dejado paso a las medicinas naturales y todo lo que es natural, es bueno.

Repitiendo frases bonitas aseguramos -sin pudor- que la energía hay que encauzarla, que la acupuntura en la oreja te quita el dolor de cintura y que la presión justa en el brazo izquierdo es una maravilla para los cálculos renales.

Si un oriental (de Japón, por ejemplo, no del Uruguay, porque ahí el efecto sería otro), mirando las copas de los árboles, dice: "el viento que llega de lejanos y norteños parajes, trae consigo energía negativa que provoca alteraciones nerviosas en nuestro interior", aceptamos asombrados su verdad. Es notable ver cuánto despliegue de talento para afirmar de qué lugar sopla el viento de los locos.

Enfrento una sesión de masajes orientales con un alto grado de sugestión. Estoy convencido de que con su gran sabiduría les basta verme, para saber qué parte del cuerpo me duele; y supongo que cuando me dan la mano, ya conocen las causas de mi dolor.

Por eso cuando el otro día, mientras estaba haciéndome masajes faciales, la china de turno me preguntó si tenía problemas de vista, enseguida pensé que había notado un cierto cansancio en mis ojos, tensión ocular o energía mal encauzada.

Es increible el conocimiento ancestral que llega desde oriente. -Se te nota la marca de los anteojos en la nariz- me dijo, demostrando una vez más, que el saber milenario ha desembarcado con fuerza entre nosotros.

jueves, 12 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes franceses.

Me gusta ver películas que ya vi. No las veo enteras. Si me encuentro con una, me quedo un rato mirándola hasta que cambio, y sigo con otra cosa. Anoche puse el DVD de "Esperando la Carroza", y volví a ver algunos fragmentos.

Había leído en los diarios sobre una noche francesa con final infeliz, y me acordé de la escena de Luis Brandoni, cuando vuelve de la casa de su hermana pobre, con una empanada a medio terminar.

Un grupo de argentinos estaba cenando en París. Habían viajado a Francia para ver el torneo de tenis de Roland Garros. Una gran elección, porque es un torneo muy importante y se ve el mejor tenis del mundo.

Pero mientras cenaban, entró al restaurante el joven ex ministro de economía de Argentina, y eso no les gustó, porque es -así le gritaron- "uno de los que está destruyendo al país". Sí, puede ser; o no, tal vez no. No lo sé.

Es una gran película "Esperando la carroza". Antonio Gasalla y su mamá Cora, Bettiana Blum con su personaje, el de toda la vida, Julio de Grazia y su tristeza, China Zorrilla -su nombre alcanza- y Luis Brandoni, con su "¡qué miseria, che! Tres empanadas para dos personas".

lunes, 9 de junio de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes embanderados.

Vuelvo al tema de la patria. No sé si lo hago para justificarme o para justificar ciertos comportamientos que, me parece, son más reaccionarios que patrióticos. Huelen mal aunque lo escondan. Lo saben, lo sabemos. Aunque se oculten detrás de una bandera. Pero no es sobre la intolerancia que quería pensar, sino sobre la identidad.

La semana pasada, en una cena muy divertida, una auténtica madrileña pudo comprobar -creo yo- el patriotismo rioplatense, o lo que es igual, la pertenencia a una cultura, a una sociedad. Porque la patria -me atrevo- no es sólo la tierra. La patria es, fundamentalmente, la gente.

Compartir el presente es sencillo. Es suficiente pasar un rato juntos y con eso alcanza. Pero quienes comparten el pasado corren con ventaja. El hoy es marginal. Basta una mirada, una palabra, y la reacción es la esperada. El ayer es difícil de igualar.

En esa cena no sé si "hicimos patria". No sé ni siquiera qué significa. No sé si alguien, de verdad, hace algo directamente por la patria. No sé si alguien lo habrá hecho alguna vez. Muchos pelearon por sus ideales cuando todavía no existían los colores. En lindo brete se encontrarían nuestros líderes actuales, sin escudos, sin símbolos, sin banderas que oculten la carencia más absoluta de sentido patriótico, ese mismo que dicen defender.

viernes, 30 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes solidarios.

No quisiera estar en el lugar de los autores de canciones de amor. No puede ser que sientan todo lo que dicen sentir por la misma mujer. Y cuando me resisto a ocupar su lugar, no lo hago porque no pueda acumular sentimientos por una sola mujer. Lo que no quiero es estar en su lugar cuando sus canciones salen a la luz.

Me imagino la escena -no sin cierto machismo- después del concierto. El cantautor enamorado abre la puerta de su casa y encuentra a su mujer, impaciente, con los brazos cruzados y los dientes apretados esperando, ansiosa, una explicación. Nunca tuvo "un sombrerito pobre y el tapado marrón", y sobre todo, ella no se llama María. Cátulo le habrá echado la culpa a Aníbal, sin dudas.

Cuando Serrat le canta a Lucía y a "la más bella historia de amor" que tuvo y tendrá, me pregunto si su mujer se llamará Lucía o habrá aceptado la licencia poética. O tal vez, el catalán viva ahora con Lucía, su vecina. Jaime Dávalos se la habrá visto dura para explicarle a su mujer que cuando escribió la Tonada del viejo amor, estaba pensando en ella, aunque nunca la haya visto "sonreír frente a la espuma".

De todas formas siempre es más fácil explicar la poesía que un simple -aunque tecnológico y certero- mensaje de texto, ese que llega a la peor hora, en el peor momento y en el peor lugar.

lunes, 26 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes coloridos.

Tiene que ser así, nomás. No pueden estar equivocados todos los que piensan distinto. ¿O será que hay más de una verdad? Hablaba con Javier y me decía que cuando dos verdades son tan distintas, tan alejadas una de otra, diametralmente opuestas, nadie tiene plena razón. Creo que en este caso, él si la tiene.

Me gusta mucho la música popular, bastante menos su ostentación. El folclore de un país es reflejo y, al mismo tiempo, modelador de una sociedad, de cada sociedad. Pero un patriota norteamericano ¿está obligado a comprarse toda la colección de música country existente en el mercado? ¿Un señor de Andalucía es menos andaluz si no tiene un disco de flamenco en su casa? Y este mismo señor, ¿atenta contra la identidad española si le gusta la música francesa? A juzgar por ciertos tonos, y cierta equiparación entre la música folclórica y la patria, sí.

Con la forma de vestirse pasa lo mismo, sobre todo con los accesorios. Y es aquí donde creo que mi visión es equivocada, sobre todo si se tiene en cuenta a la mayoría. Como en el neoliberalismo más salvaje, quien tiene, es. Quien no tiene, no es.

Y entonces ahí estaba yo, ayer domingo, buscando algo celeste y blanco que me convirtiera en patriota, al menos una vez al año. Y no lo encontré. Una pena, la verdad, porque pareciera que con esos colores al cuello, la cosa está hecha. ¡Viva la Patria!

viernes, 23 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes globales.

Aunque sin obligación alguna, pido perdón por mi ausencia en esta página; pero es que estuve comiendo. Sí, porque si bien el viaje a Palermo, y el sorpresivo e inmediato salto a Nápoles fueron por trabajo, lo que me queda en la memoria es la comida.

Y con un poco de verguenza tengo que reconocer que es siempre así. Volvería a Córdoba sólo para comer chivito al asador, o a Tucumán y Salta para disfrutar de las empanadas de carne y del excelente vino salteño (con menos prensa que los mendocinos, pero de gran calidad).

Y si pudiera elegir, la cerveza sería siempre de la República Checa; y el jamón crudo, el de pata negra español. La pizza de la última noche en Nápoles, la margherita, la de tomate, mozzarella de bufala y albahaca, ella sola vale un viaje. Los spaghetti con sardinas, frente al mar siciliano, funcionan como un imán: para mí Sicilia es, por belleza y por raíces, un lugar maravilloso.

Y por raíces y por bellezas varias, vuelvo cada vez que puedo -y menos de lo que quisiera- a Argentina. Y aunque recorrer la ruta 5 le hace creer a uno que siempre está en el mismo lugar aun después de recorrer cientos de kilómetros, sólo pensar en el asado al mediodía, con el sol del invierno que te entrecierra los ojos, sólo eso, también vale un viaje. Buen provecho.

martes, 13 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes de artistas.

Debe de haber pocos -muy pocos- momentos en los que pierdo completamente la razón. Este es uno. Estoy emocionado, tal vez mucho más que las 52.000 personas que están en el estadio Olímpico de Roma viendo un partido de fútbol entre cantantes y actores.

El fútbol ya no me emociona demasiado. Los actores y cantantes bastante más. Pero hay un gran artista en la cancha. Y los artistas maravillosos como él, logran atravesar su tiempo y el tiempo, convirtiéndose en inmortales.

Por eso, cuando llegó el momento del penal, quién otro podía tirarlo sino él. Es como si alguien tiene un techo para pintar y ve a Miguel Ángel con un pincel en la mano. Es imposible decirle que no. O estamos tocando con Los Carpinteros en el Club Huracán y se acerca Plácido Domingo a preguntarnos si puede cantar algo. Si es "una que sepamos todos", sin duda se subiría al escenario.

Por eso el árbitro le dio la pelota. Y él la colocó en el punto justo, tomó carrera y empezó el show. La "soltó como una lágrima" diría Víctor Hugo en la cancha de Boca, allá por el 1981; y la imagen que nos muestra la televisión, fue como la de aquel día. Es siempre igual, siempre la misma, eterna, inmortal. Como Diego Maradona.

viernes, 9 de mayo de 2008

Apuntes. Uno, dossss, tressss, prueba... ssssí. Despuntes. Sssí. Pespuntes. Sssí.

Esto es una prueba. Con honestidad bloguera (¡qué palabrón!) llegaré hasta donde pueda, y si me quedo a mitad de una palabra, así será. No sé sobre qué escribir, y me encuentro con la pantalla casi en blanco, tanto como el cerebro, pero que ya empieza a funcionar.

La experiencia es tratar de llegar a algo desde la nada. Buscar un cierre para un texto carente de inicio es un gran desafío, y por ahora, el final no se perfila.

Parece fácil llenar una página con nada, aunque aquí se presenta el primer desafío. Desafío que ya han afrontado muchos, varios, casi todos: la nada no existe. Por lo tanto alguna idea tendré escondida, y ya saldrá.

Y sigue sin salir. Paciencia. Trabajo. Y más paciencia.

Con una página vacía cualquier cosa que escriba ya será algo. Pero qué escribir y cómo hacerlo son dos preguntas tremendas, martirizadoras. El miedo al bloqueo mental me invade, pero no logro combatirlo. Porque para combatirlo tendría que hablar, soltarme, dejárme llevar.

Pero vivo haciendo equilibrio entre decir o no decir, y siempre pierdo el momento justo para confesar -en directo y sin intermediarios- mis sentimientos. Y otra vez el momento pasó. Paciencia. ¿A ustedes se les han pasado muchos momentos?


martes, 6 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes descriptivos (y de los otros).

Es interesante -me parece- ver cómo ideas tan claras pueden terminar confundiéndose y confundiendo. Poco a poco, después de atravesar filtros más o menos cargados de sentido, la descripción de una situación puede convertirse, con el paso del tiempo, en un modelo a seguir. En un mal modelo a seguir.

Con un coraje basado, fundamentalmente, en la ignorancia, me indigno leyendo los consejos de un viejo que sólo los daba después de unos cuantos vinos: "Hacéte amigo del juez/(...) pues siempre es bueno tener/un palenque ande ir a rascarse", aleccionaba a nuestro más famoso y solitario gaucho pendenciero.

Nada más destructivo. Nada peor que los consejos del Viejo Vizcacha, pero ahí están en el Martín Fierro. Y aunque me niego a pensar que José Hernández haya querido convencernos de la sabiduría Vizcachera, la interpretación posterior de sus versos demasiado daño ha hecho. Demasiado.

Enrique Santos Discépolo tenía una gran facilidad para escribir, pero sobre todo, gran facilidad para convertirse en juez. Más allá de este pequeño detalle de arrogancia artística, en su Cambalache se refleja una crítica feroz a los modos y costumbres del siglo XX.

¿De verdad es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros? No me siento un gil ni creo que nadie se sienta un gil porque no roba. Discepolo no aconsejaba, sólo describía; pero es más fácil escudarse detrás de Cambalache, que aceptar una dura realidad: la Biblia y el calefón han logrado convivir con extrema naturalidad. ¡Chán! ¡Chán!

jueves, 1 de mayo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes per tutti.

Finalmente pasaron las elecciones. Todas las que estaban pendientes (nacionales, regionales y locales). La segunda vuelta también. Ya está. Listo. Ahora los ganadores -de diferentes partidos políticos- afirman que van a gobernar "per tutti". Y cuando dicen "para todos" se les rebalsa la boca de democracia. Pensemos.

¿Es necesario que el ganador de una elección aclare que será el presidente de todos? ¿Alguien puede tener alguna duda de que el vencedor de unos comicios realizados en un país libre, con una democracia que más o menos funciona, no gobernará para todos? Pareciera que cuanto más se aclara, más se oscurece.

Pero ¿qué querrán decir nuestros líderes con esa gran declaración de intenciones, con ese bonito "para todos"? Supongo -me empecino- que ejercerán su mandato teniendo en cuenta, también, a quienes no los votaron, a la minoría que apoyó a otros candidatos, otros programas; y todavía más: a todos los que tienen otra idea de país, otra idea de sociedad.

Supongo mal, seguramente. Las experiencias de gobierno y oposición me llaman al realismo más pesimista. Las políticas "para todos" se parecen mucho a los capitalistas más fanáticos, que bregan por la competencia porque favorece el mercado y, al mismo tiempo, luchan para monopolizarlo. Saludos para todos.

domingo, 27 de abril de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes musicalizados.

Como idea no era mala, y se estaba desarrollando con cierta previsibilidad. La estaba pasando bien, charlaba, comentaba superficialidades y de vez en cuando algún bolo caía.

Lo que estaba haciendo no era jugar al bowling, era tirar una bola grande y colorada para adelante, con el inconfesado temor de que un dedo se me quedara enganchado en los agujeros que tiene para agarrarla, y tuviese que acompañar -contra mi voluntad- el pesado esférico con rumbo incierto.

Y como éramos unos cuantos, entre turno y turno se comentaba el éxito del tiro o lo bien que sienta una cerveza fría. Hasta que alguien decidió que la diversión era otra cosa; que lo que estábamos haciendo hasta ahora poco tenía que ver con divertirse. Y entonces la música subió de volumen, las luces se apagaron y los efectos luminosos se apoderaron del lugar.

Basta. Se terminó. Nadie entendía nada. Nos preguntábamos al oído si por algún lado habría una pista de baile -a la que no hubiese ido con el sólo objetivo de bailar, reafirmo-, o si ese lugar se convertiría en discoteca -cosa que no ocurrió-. Rendidos y sin respuestas comenzamos a comunicarnos con gestos, levantando las manos y respondiendo que sí a preguntas que jamás escuchamos.

Necesito saber por qué. No quiero respuestas empíricas: la normalidad no es un fundamento válido para convencerme de que la música alta y los efectos luminosos son condiciones esenciales para que se desencadene la diversión, ¿o sí?. Y como un strike es demasiado, saludo hasta el próximo spare.

sábado, 19 de abril de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes bailarines.

Y empieza la música... y se mueven los pies, y escucho el bajo, y me gusta. Y es verano y veo a uno bailar descontrolado, con la camisa pegada al cuerpo, y mojada. Y sigo sin entender por qué ese hombre está haciendo eso. Me pregunto si tendrá un fin superior o todo termina ahí, en esa diversión ostentosa, que me suena a falsa y que seguramente no lo es.

Me interrogo porque no concibo el baile como un fin. No me gusta bailar y si quisiera divertirme, algo que no debería hacer es justamente eso, bailar. Esta afirmación no es del todo cierta, porque si bien para pasarla bien -y eso es la diversión, creo yo- dejarse los pies en una pista no es la única posibilidad, a veces ayuda.

Entonces, si lo que quiero es divertirme, y para hacerlo me veo en la obligación de bailar unos minutos (que pueden ser hasta 12o, si el objetivo lo justifica), pues ahí me tendrán, oscilando sin gracia pero con cortesía.

Claro ha quedado -espero- que el baile es para mí un medio en pos de un fin superior. Una herramienta a utilizar cuando casi todo está perdido, cuando es la última opción y ya todo ha fallado. Y sin temor a equivocarme -como ya he dicho otras veces, me sobra ignorancia pero no miedo- me atrevo a arriesgar que eso le sucede a la gran mayoría de los hombres.

No es maldad. No es fijación. No es -digámoslo- machismo. El baile nos parece una pérdida de tiempo, un desgaste energético inútil cuando las cartas ya están echadas; pero sabemos que no es así para nuestras deseadas compañeras de ruta. Y en un gran esfuerzo físico y mental, hago una pausa y, gentilmente, pregunto: ¿bailamos? Hasta la próxima pieza.

sábado, 12 de abril de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes posteriores.

Sentados bajo el sol de un otoño porteño, hace algún tiempo elaboramos -esbozamos, sería más correcto- con el colega Diego Torres (quien me ha escuchado entonar sabe que no hablo del cantante) una nueva Teoría de la relatividad. Siempre física, pero a diferencia de la revolucionaria fórmula de Einstein, una física -si se quiere- más cercana a la anatomía.

Mientras una compañera se alejaba caminando lentamente, con Diego concluimos que "existe una estrecha relación entre el trasero de la mujer y la barriga del hombre, entre el gusto y la exigencia y sus cambios relativos".

Teoría totalmente empírica, ciertamente, pero no por eso menos respetable. Las pruebas fueron visuales y táctiles. Más visuales que táctiles y, generalmente, alternativas. Pocas veces -hay que decirlo- han ido de la mano ambas constataciones. Hemos visto muchas mujeres alejarse; y alejadas de gimnasios, hemos palpado -no sin resignación- nuestras barrigas carentes de abdominales.

Cambiamos con el paso del tiempo. Nos transformamos. Cambia también el sistema de referencia, y conjuntamente lo hace nuestro nivel de exigencia. Una barriga incipiente sólo puede, sin exagerar, aspirar o pretender un trasero que remita a un pasado radiante. Es -me atrevo- casi inmoral exigir en el otro lo que uno no puede ofrecer.

En un ataque antimachista -¿sorprendidas?- reclamo justicia de género. Señores: no nos dejemos llevar por gustos pasados, por adolescentes recuerdos perdidos en un ayer casi glorioso. Nuestros cinturones son hoy más largos que hace unos años. ¿Podemos honestamente pretender sólidas retaguardias femeninas sin ser conscientes de nuestra desmedida exigencia?

martes, 8 de abril de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes relajados.

Semanalmente –desde hace algún tiempo- me regalo una hora de placer. Con velocidad aclararé a qué me refiero, para evitar malentendidos y taquicardias inútiles.

Una amiga -y menos mal que pensaba aclarar- abrió un centro en el que hacen masajes chinos. Y allí voy bastante seguido para dejar dolores y llevarme placer. Aunque al principio -debo confesar- el temor se apoderó de mi.

Boca abajo, con medio trasero en vista y el chino (de ojos rasgados y con el dinástico nombre de Luigi, que suena oriental pero fue elegido por él cuando llegó a Italia) encima de mí, con su manos apoyadas en la camilla (una a cada lado de mi cabeza) y sus rodillas –sin malentendidos, gracias- en mi cintura y bajando, comencé a preguntarme para qué estaba ahí.

Cuando me vestía para irme -invicto y relajado- pensaba por qué no. Cuál era el impedimento para no hacerlo, para no pasar una hora conmigo (y con un chino en mis espaldas). ¿Qué otra cosa mejor tenía para hacer que no fuese disfrutar de lo que me hace bien?

No sé el motivo. Tal vez sea por nuestra cultura, donde sin sacrificio pareciera que no hay premio, donde siempre hay que esperar el momento justo para disfrutar. Nunca es ahora. Siempre es después.

No hace falta que llegue el sábado para juntarse con los amigos, no hace falta que sea domingo para usar el pantalón nuevo, no hace falta sufrir antes para disfrutar luego. El cielo está en la tierra, acá nomás, cerca de nosotros, ¿vamos?

lunes, 31 de marzo de 2008

Apuntes, despuntes y encrucijados pespuntes.

El mundo puede ser mirado desde varios puntos de vista. Indudablemente el resultado de las distintas miradas será diferente, justo o equivocado, pero diferente. Un mismo hecho, así las cosas, puede ser vivido como positivo o negativo.

Y fue entonces que salí a dar una vuelta en moto. El día no era de los mejores, pero no llovía (y en este invierno romano que no quiere despedirse, era ya tanto). No salí a pasear. Tenía que ver a una persona y allí fui, siguiendo un camino que había hecho sólo una vez, 3 años atrás, y llegué bien.

Cuando decidí volver, el camino era el mismo, pero distinto. El punto de vista había cambiado, y frente a dos opciones, me decidí por una. Confirmando una vez más que la derecha no siempre es la opción correcta, tomé un camino desconocido y equivocado. Y aquí otra vez el punto de vista puede cambiar la percepción.

Nada tenía para hacer, así que decidí perderme, dejarme llevar. Disfrutaba del camino, ondulado, colinar, con viñedos a los lados y sin tráfico. No había un alma por el feriado y esto ayudaba a que la estuviera pasando muy bien. Salvo porque caía la tarde y el frío comenzaba a sentirse.

Y la percepción cambió. Soy un idiota. Otra vez me perdí -repetía cada dos kilómetros- y este camino tan ondulado es peligroso. Con los viñedos tan cerca, temía terminar entre las uvas con la moto de sombrero. Y para colmo no había un alma para preguntar por el camino correcto. Después de 30 kilómetros estaba en el lugar de partida, en un punto de vista que ya conocía, y tenía que empezar de nuevo.

Esta vez la elección fue justa. En el cruce elegí bien -equivocarme dos veces en la misma elección sería imperdonable- y a mi derecha quedó el camino que se insinuaba correcto, pero no lo era. Hasta el próximo paseo.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes de... sangre.

En 1987 me regalaron un libro que tardé casi 20 años en leer (tardé en empezarlo, por suerte leerlo me llevó un poco menos). Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Una obra futurista que –a este paso- se convertirá en un libro de historia. Ya en el 1958 el escritor norteamericano presagiaba pantallas planas colgadas de la pared, televisión interactiva y bomberos que no apagaban el fuego. Lo encendían para quemar libros.

En la contratapa de la edición que me regalaron cuando terminé la escuela primaria (que todavía conserva la dedicatoria que con mucho gusto leo cada vez que lo abro), Bradbury comenta sorprendido una escena que vio poco después de publicar su libro. Una pareja caminaba de noche por una calle. Él paseaba un perro. La mujer tenía una radio pequeña en su mano, y con un audífono escuchaba sólo ella, concentrada en voces lejanas, aislada de su marido y de su perro. Paseaban juntos. Paseaban separados.

Caminando por la calle, varias veces me detengo para observar a alguna persona que, moviéndose sin parar, habla sola mientras gesticula efusivamente. No sin alivio descubro que el buen señor no ha perdido sus cabales, sino que en muchos casos, la gente lleva un auricular sin cables (supongo que Ray ya se lo habría imaginado), y sus gestos y sonidos tienen un destinatario que está lejos, al otro lado de la línea telefónica.

Pero ante tanta tecnología, una retórica sospecha me asalta: ¿los teléfonos celulares tienen baterías o se alimentan con el movimiento? A veces me pregunto si necesitarán de la tracción a sangre para funcionar. ¿Por qué cada vez que respondemos una llamada nos levantamos y empezamos a caminar sin pausa? ¿Es que no funciona si nos quedamos quietos? Ahora tendré que dejarlos. Me voy a dar un paseo. Debo hacer una llamada y ando escaso de batería. Hasta la próxima.

viernes, 21 de marzo de 2008

Apuntes, despuntes y argentinisimos pespuntes.

Dentro del espectáculo hay un género –por llamarlo de algún modo- muy particular, y que me divierte mucho: la animación de festivales folclóricos. Si un locutor quiere mantener la tensión, generar aplausos y hacer trabajar la cantina, debe (y no es una opción) seguir ciertas normas no escritas, aunque tan sólidas como repetitivas.

El traje será de color gris, y si hace frío, el poncho –cubriendo un solo hombro- de color marrón. Hasta ahí no hay dificultad alguna. Lo lindo (y lo difícil) está en el discurso, en la forma, en el tono. Quien haya visto un festival cualquiera, en cualquier lugar, de cualquier dimensión, sabe de lo que hablo.

El llamado a la tierra con voz rasgada, el brazo tendido, la mano tensa mirando al cielo y una guitarra que acompaña con una milonga bien triste, son elementos esenciales para despertar la emoción festivalera.

Y es por eso mis queridos amigos, que esta noche, bajo la melancólica luna que nos ilumina, compañera de soledades; desde este auténtico espacio telúrico, lugar criollo donde se enlazan la argentinidad y el arraigo a nuestra profunda cultura gaucha… lugar donde los oídos descubren el sonido de las cuerdas de una guitarra que llora una milonga… el lugar donde se desgarra nuestro llanto, llanto que llega desde lo más hondo de nuestros patrios corazones… corazones que llevan a cada uno de nuestros paisanos un mensaje que se hace carne remolineando en cada fogón, en cada lugar de nuestro amado país, en cada rincón de nuestra querida República Argenti… perdón. Perdí el norte. Hasta la próxima.

lunes, 17 de marzo de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes aparentes.

No necesito parecer porque me basta con ser. Pero hoy -también- parecía. Sentado con el mate, el bandoneón, y con la partitura de "La última curda" en el atril, me faltaba la camiseta de Boca y el pasaporte azul entre los dientes para que no quedara duda alguna de mi nacionalidad.

No dudo sobre mi origen y no necesito demostrar de dónde soy. Tal vez por eso me sorprende ver cierta tendencia a una exagerada demostración de argentinismo en el exterior, a una colorida reafirmación nacionalista sostenida por el celeste y blanco de la selección. Es una escena típica en las salas de espera de los aeropuertos. Sin motivo aparente, algunas personas viajan con la camiseta argentina bien calzada. Como si para ser, hubiera que -sí o sí- parecer.

Pero también son varios los argentinos (y tal vez no los únicos) que suben al avión con la camiseta de clubes de fútbol europeos. He visto muchos chicos -adolescentes, eso sí- con los colores del Barcelona, por ejemplo. ¿Es -me pregunto porque no lo sé- una moda? ¿Una forma de demostrar de qué lugar llegan? ¿O un modo para declarar de dónde son ahora?

Estas cortas vacaciones -de ahí la ausencia en esta página- fueron excelentes. Vuelvo con un agradable peso sobre mis espaldas: Javier me pidió que sea su cómplice (frente a su futura esposa utilizaría -seguramente- el término "testigo") y, lógicamente, acepté. No podía negarme -porque no quería- después de haber caminado juntos durante treinta años sin separarnos nunca (no hace falta verse para sentirse). Somos amigos, y parecemos. Hasta la próxima.

domingo, 24 de febrero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes casi existenciales.

La vida -lo sabemos- nos enfrenta a diferentes encrucijadas. Estamos obligados a decidir diariamente qué camino tomar, qué dirección seguir.

Cada uno, dentro de sus posibilidades, hace lo que puede, y cómo puede. A veces es difícil volver atrás. El error ya fue cometido y sólo resta seguir adelante. Otras no tanto, y empezar de nuevo no es una tarea imposible.

Hay momentos en que nos vemos obligados a tomar una decisión en pocos instantes. Me sucede, por ejemplo, cuando voy al banco, aunque no sólo ahí se me presenta el problema. Una decisión equivocada cuando estoy por entrar, puede ser fatal, porque del ridículo cuesta volver.

La elección es siempre repentina, y debe ser tomada al ritmo de nuestros pasos. Si no somos rápidos el resultado final es sólo uno: de bruces contra el cristal. Como un Hamlet frente a su dilema, así me siento yo frente a la puerta: push o pull, empujo o tiro, esa es la cuestión. Hasta la próxima.

lunes, 18 de febrero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes de... regalos.

Hay un aspecto -otro- que diferencia al hombre de la mujer; y que produce serias discusiones y profundos desencuentros: las compras y los regalos. Hablaré por mí aunque espero que mi descripción sea -la modestia salió de paseo y ya volverá- lo suficientemente universal.

Lo primero que debería decir es que no me gusta salir de compras. No está entre las actividades que prefiero para mis horas de ocio. Es siempre una necesidad. No disfruto mirando vidrieras sin sentido (y sin dinero, casi siempre). Si necesito una camisa, voy a comprar una camisa; y ahí se termina el paseo.

Todo lo que compro para regalar me parece feo, inadecuado por exceso o por defecto, equivocado. Veo en la vidriera algo que me parece lindo. Entro, lo miro de cerca y las dudas me invaden, y ahí se queda. Y así pasan las horas y los días, demorando el fatídico momento de empaquetar un regalo que no me convence en absoluto. Afortunadamente uno hace regalos para la gente que quiere, y las reacciones (reales o no) son siempre positivas.

Por ejemplo, a las madres les gustan todos los regalos de sus hijos. Si regalamos un cuadro, exclamarán: ¡qué hermoso! Justo estaba pensando en poner algo en la pared del comedor... ¡está tan vacía! Si lo que regalamos es una lámina, la reacción será similar: el otro día vi un marco que es ideal para esta lámina. La pared del comedor está tan vacía que le hace falta un cuadro".

Es notable como basta pensar para tener ideas. Mañana pasaré por una ferretería. Un clavo dorado puede ser un buen regalo, así tendrá cómo colgar la lámina enmarcada, en la pared vacía del comedor. Hasta la próxima.

martes, 12 de febrero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes amorosos.

Además de regalar flores, chocolates, osos de peluche y promesas de amor eterno, el día de San Valentín invita a románticas cenas, con velas y todo. Pero es importante tener en cuenta ciertos detalles para evitar desagradables consecuencias.

Es fundamental elegir el menú con visión de futuro. De dos futuros: el económico y el físico. Cada uno tomará sus precauciones monetarias para no comprometer el mes en curso, así que -modesta y masculinamente- sugeriré algunos detalles para esa noche tan especial.

Cosas cómodas y discretas. No se puede comer un plato de pasta con crema o salsas riesgosas para la ropa y el estómago. Ella puede pedir lo que más le guste, pero nosotros no; porque no es la cena en sí lo que nos importa. Con un trozo de carne y unas verduras a la plancha estamos hechos. Si esto nos parece poco, una entrada de jamón y un poco de queso alcanza.

Claro que si el jamón es demasiado salado, se añade un pequeño riesgo. Señores, a ustedes me dirijo: no podemos perder de vista nuestro objetivo final, nuestra responsabilidad de género en esta noche tan particular. Moderación con el vino. Si nos invade la sed, agua amigos. Agua.

Finalmente llega el esperado momento del postre. Y aquí sí, aquí sí podemos dejarnos llevar y liberarnos completamente: una manzana -o más, verán ustedes- roja y dulce es lo que recomiendo, aunque nos cueste el paraíso.

Pero si no tienen una manzana a mano, entonces amigos, de nada sirven los consejos anteriores. A tomar y comer como se debe -bien, mucho y pesado-; y a dormir, que cuando este moderno invento pase, faltará un año para el próximo San Valentín y ya habrá tiempo para planificar.

lunes, 11 de febrero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes idealistas.

Lo único que me preocupa del paso del tiempo es la pérdida de memoria, y con ella, la pérdida de las cosas en común que me mantienen unido a mis amigos. Y no es a la pérdida de memoria por alguna enfermedad a la que temo, sino al olvido que llega cuando los caminos se dividen.

Desde hace casi diez años vivo un poco más tranquilo. Fue después de presenciar una cena de un grupo de amigos de juventud. Se veían diariamente, pero no estaban juntos desde hacía mucho tiempo. Pero esa noche, esos hombres maduros eran un grupo de amigos, esa noche el tiempo no había pasado. Pero lo mejor fue que no hablaban del pasado. Hablaban del presente, de sus presentes, como lo hacían 30 años atrás.

Quién sabe cuántos de los proyectos que tenían en su juventud se habían hecho realidad. Quién sabe si alguno de ellos, viendo a sus amigos, pensó esa noche lo cerca o lo lejos que estaba del éxito o del fracaso. Ahora, 10 años después, pienso en mis amigos y pienso en mí, y en nuestros sueños y aspiraciones que ya tienen más de una década.

Es verdad que cada uno de nosotros ve los resultados de acuerdo a sus aspiraciones -lo que es éxito para unos puede ser fracaso para otros- pero no puedo evitar preocuparme cuando alguien que conozco no logra lo que se había propuesto. Me defiendo pensando que este inconveniente es momentáneo, que es sólo un paso atrás para tomar impulso y retomar la carrera.

Cuando estábamos cerca de los 20 años, los sueños estaban intactos. Y ahora -me convenzo- también deben estarlo porque, aún con un optimismo que roza el pecado, todavía sigo convencido de que el éxito -el éxito de cada uno- está ahí, esperándonos.

martes, 5 de febrero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes contestatarios.

Estoy sumamente contrariado. Otra vez el establishment -qué palabra más grandilocuente para identificar a los que siempre mandan- se ha conjurado para perjudicar a la Argentina. Me pregunto si será una venganza por toda la deuda que quedó en default o porque Maradona es amigo de Fidel. ¿O tal vez será porque tenemos la mejor carne del mundo o porque inventamos la birome y el colectivo?

Tenía pensado escribir sobre nuevas observaciones, pero ante semejante afrenta, afrontaré frontalmente este agravio, pero no ahora. Luego. No es cuestión de dar el brazo a torcer y que lo urgente nos tape lo importante.

¿Por qué?, señores y señoras, amigos y amigas: ¿por qué el jabón hace espuma los primeros días para después limitarse a perfumar? He probado varios y siempre pasa lo mismo. Uno lo abre, lo huele, lo moja y hasta juega con toda la espuma que, mágicamente, produce al contacto con el agua. Agua caliente, lógicamente. No es cuestión de pedirle milagros al pobre jabón. Eso al principio.

Pasa el tiempo, y el espumoso compuesto va perdiendo ímpetu. Hasta gracia pierde, diría. Cuando está por llegar a su fin no hay frotación que valga, se niega, como manteniéndose fiel a su fabricante; como diciendo "y ahora no te hago espuma así vas y compras otro". La solución la encontré, aunque en realidad fue una rendición: compro jabón líquido que hace espuma hasta el final.

El que nunca se acaba -como la cosecha de mujeres- es el dentífrico. Siempre quedará algo, un poquito. Para que rinda -eso sí- tendremos que cortar el tubo de plástico que antes, hace unos años, era de plomo. ¡Qué lindas te quedaban las manos -azules o amarillas, Odol o Kolynos- con la pintura que se desprendía después de exprimirlo hasta el final! Pero que nunca era -nunca es- el final. Siempre habrá para una última vez, que nunca será la última.

Otro tema que me inquieta (y tranquilos que ya me voy aproximando a la reivindicación prometida) es lo que sucede con los pantalones vaqueros. Están limpios. Están limpios porque fueron lavados hace dos días. Están limpios porque fueron lavados hace cinco días. Están limpios porque fueron lavados hace 6 días. No sé por qué, pero de la noche a la mañana, los pantalones de jean no están más limpios. Tienen dos estadios: limpios o sucios. No hay término medio, no se perfila la lavada. Pasan de "hoy me los pongo sin problemas", a "hoy se van caminando solos y me esperan en la esquina". A ustedes las respuestas porque yo sigo indignado y estoy ciego de rabia.

¡Claro! Como Toronto está en Canadá, cerca de Estados Unidos. Como las señoritas son de Londres y viven en el primer mundo, han decidido no cerrar su gira mundial en Buenos Aires. Una vez más, los poderosos del mundo han dejado a nuestro sur marginado. Las Spice Girl no van a actuar en Argentina. Lo siento, el mundo es así, malvado. Hasta la próxima y no lloren, no lloren que apenas se recupere, Britney sí va a cantar en Argentina, porque ella es buena y necesitada.

lunes, 28 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes... trágicos.

La tragedia griega es un género dramático tan atractivo como difícil de aplicar a nuestros días. El protagonista se enfrenta a dos alternativas, contradictorias pero verdaderas. Antígona conocía bien la prohibición de sepultar a su hermano, pero también sentía el deber moral de hacerlo. ¡Sófocles sí que sabía plantear un conflicto!

Imaginemos ahora a un griego (sin túnicas blancas ni laureles en la cabeza, por favor. Gracias), actor principal de una tragedia ambientada en este, nuestro occidente tan moderno. El griego deberá elegir entre lo divino y lo terrenal. Cualquier opción es válida, justificada. No hay posibilidad de error. Las dos son correctas. Creo que en cinco minutos se resolvería el conflicto, y la moral divina se quedaría esperando tiempos mejores.

Si bien nuestro griego tiene ya -aun antes de decidir- los pies sobre la tierra (sin túnica, pero con sandalias), el conflicto de la tragedia sigue vigente. Diferente en la forma, igual en su esencia. Y también sus personajes.

La larga espera de Penélope -tejiendo de día y destejiendo de noche durante 20 años, buscando excusas para no terminar un sudario que sancionaría la desaparición de Ulises (un poco ocupado en la guerra de Troya)-, se parece bastante a la cuenta de los meses que faltan para la llegada de las vacaciones (nuestro Ulises); de los días que nos faltan para hacer lo que no podemos hacer durante el resto del año.

¿Se puede vivir en una eterna espera? ¿Cómo encontrar (día tras día) el tiempo y la actividad que nos permitan utilizar las vacaciones para descansar y no para vivirlas como el momento anual de felicidad? ¿Se puede evitar? Creo -y espero- que sí. No debe ser fácil, o al menos no lo es para mí. Lo primero que deberíamos hacer es dejar intacto el sudario que durante el día tejimos. No buscar excusas, ni esperar el momento ideal que nunca llegará.

Estaba por escribir que mejor que prometer es realizar, pero me quedo con José Martí: "hacer es la mejor manera de decir". Y aquí estoy, con la sábana blanca y la corona de laureles -las sandalias no las encuentro-, declamando frente al espejo que entre lo terrenal y lo divino, me quedo con ambos; porque a mi, lo que realmente me gusta, es la comedia. Y como diría nuestro personaje griego: Τόσο πολύ o simplemente (y sin conflictos), hasta luego.

miércoles, 23 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes con... sentido.

Hombre exagerado Alfredo Le Pera. Si ella lo olvida, sin importarle demasiado, don Alfredo pierde, por una cabeza, "mil veces la vida, para qué vivir". Eso, para qué vivir. No tengo impulsos suicidas, al contrario, me gusta la vida -mi vida-, pero bastante seguido me pregunto -cual zorzal criollo- para qué vivir.

Es verdad que la naturaleza no tiene -Darwin lo supo hace ya mucho tiempo- un objetivo. Los peces no nacieron con branquias para respirar, ni los pájaros con alas para volar, ni los hombres con piernas para caminar -mal que le pese todo esto a mi vecino de blanco, el que bendice desde el balcón-.

Los humanos usamos, sí, las piernas para caminar -aunque algunas las usen, también, para conquistar-, los peces respiran como pueden (los que no tenían branquias se ahogaron y desaparecieron) y los pájaros -qué envidia- aletean para volar a sus anchas.

Por lo tanto, convencidos (por la ciencia y la razón) de que no tenemos un objetivo genético ni designios sobrenaturales, deberíamos darle a la vida -cada uno de nosotros a la suya- un sentido, o más.

Si me lo permiten, he decidido darle cinco. Todos, en realidad. Escribo después de vaciar un plato y estimular el gusto, el rojo oscuro a través del cristal aclara la vista, el olfato se despierta con la uva que dejó de serlo y del oído se encarga Carlos Gardel. Y son cuatro.

El quinto es, como en el tango, con final reñido. Y ahí sí, fija o no, por una cabeza, o por una caricia, me juego entero, Alfredo, ¡qué le voy a hacer!

martes, 15 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes de... cambios.

Me parece que la buena música es una variable estática. Variable, porque evoluciona y siempre se compone nueva y buena música. Estática, porque cuando te gusta una melodía es difícil que deje de gustarte. Una buena canción no pasa de moda, no es vieja, no se transforma en ridícula como sucede con los éxitos de cualquier verano.

Tal vez porque la subjetividad y la memoria se apoderan de la razón, escucho la música que ya conozco, y sobre todo, a los intérpretes que ya conozco. Desconfío de los nuevos hasta que los acepto; y ahí pasan a ser conocidos, de confianza.

Me pregunto qué pasaría si lo mismo me sucediera con la moda. Si el criterio de la música lo aplicara a mi forma de vestir, agradecería haber crecido de largo y de ancho. Los vaqueros -sí, ¡vaqueros!- nevados, la campera de jean forrada con corderito y los pantalones náuticos blancos (con cintura elástica, lógicamente) estarían en mi armario.

Pero ¿por qué la música no envejece y la moda sí? ¿Por qué lo que antes era lindo ahora ya no lo es? ¿Será que el arte y el negocio no se parecen en nada aunque intenten convencernos de que algo tienen que ver?

Me falta Saber y me sobra Ignorancia para encontrar alguna respuesta que valga la pena, pero no me rindo. Mientras lo consigo y la abandono -imposibles (por eternas) tareas-, me resisto a los dictámenes de la moda con una tijera en la mano. Ya saben que soy un transgresor del ruedo y la termo adhesión. Mis nuevos pantalones poco entienden de moda y proporciones.

miércoles, 9 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes desequilibrados.

Después de pasar cuatro horas mirando televisión creo ser (o estar): infeliz, antiguo, fuera de moda y de estado físico, mal alimentado, ignorante y aburrido. Los modelos de esta época tan contemporánea que nos toca vivir son (tal vez tengan que ser así para que funcione) inalcanzables.

Si la diversión es como se ve en la publicidad, para pasarla bien deberíamos bailar y beber durante todo el día. El aperitivo de la tarde no será tal si las chicas con diminutos bikinis no bailan con vaso y sonrisa en boca, frente a bronceados y abdominalados chicos, que no hacen más que destapar botellas. Trataré de pensar en otra cosa antes de abrir una cerveza la próxima vez.

El desayuno, si no se toma en enormes cocinas blancas con grandes ventanales que dejan ver el jardín, con el padre que se levanta sonriente y hambriento y con los niños que llegan vestidos y ansiosos por ir a la escuela, no es un desayuno correcto. Si la madre, luego de haber preparado jugo de naranja -natural, ¡faltaría más!- y tostadas con mermelada, cometió la osadía de no servir la leche con cinco cereales, entonces sus hijos no estarán bien alimentados. Y ni hablar de su pobre marido, que tendrá que irse a trabajar (para mantener a toda la familia, obviamente) con pocas energías.

Me pregunto cómo hacer para combatir la angustia que me invade luego de ver lo lejos que estoy -por imposibilidad muchas veces, por voluntad otras tantas- del ideal de felicidad que la publicidad impone. Creo que una solución podría ser -como en casi todo- el equilibrio. El equilibrio entre el agradecimiento y la ambición. Excederse en lo primero lleva al conformismo, en lo segundo, a la frustración.
Gracias, de todas formas; y hasta la próxima.

domingo, 6 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y añorados pespuntes.

Se dice que todo tiempo pasado fue mejor. No estoy de acuerdo. También que todo tiempo pasado fue anterior, y aquí sí -obviamente- coincido. No hacerlo dejaría al descubierto una tozudez espeluznante -de la que no carezco, pero sí combato-.

Hay, en general, cierta tendencia a pensar que recordar es añorar. No creo que así sea, al menos no siempre, o no para mí. Escucho mucho tango, y si bien debería moderar la dosis, lo hago porque me gusta. No hay -o no creo que haya- otro motivo por el que escucho al Sexteto Mayor, a Piazzolla o a Goyeneche.

El pasado se hace presente gracias a diferentes estímulos. Creo que el olfato es uno de los sentidos que con mayor fuerza nos invita a recordar. El olor del pan a media mañana detiene mi reloj a las diez, cuando sonaba el timbre para ir al recreo. Me veo haciendo fila para llenar mi taza con mate cocido, y mi estómago con galleta recién hecha. Recuerdo y disfruto, pero no añoro.

No querer regresar al pasado (revivir la juventud parece ser el mejor -y más añorado- de los recuerdos) puede ser un síntoma de exceso de realismo, exagerado racionalismo o, simplemente, de disfrutar del presente. Voto por las tres juntas, y algunas a mi pesar.

Posiblemente la medida del tiempo transcurrido influya sobre la intensidad y la voluntad de revivir lo recordado, pero aunque el pasado lo conozco, el futuro se me resiste: no sé si añoraré los tiempos transcurridos. Pensándolo bien, no será por falta de motivaciones, que las tengo... y pensándolo mejor, algunas las añoro. Hasta la próxima.

miércoles, 2 de enero de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes con... resaca.

Cada vez que abro un diccionario -tengo que hacerlo demasiado seguido para mi gusto- disfruto con la claridad de sus definiciones. Si bien es algo obvio, me sorprendo con la explicación, corta y precisa, de cada término. Hoy lo abrí para ver cuántas acepciones tenía una palabra.

Ya han pasado varias horas desde la cena de fin de año, pero la resaca todavía no se ha ido. Al menos no toda. La de la comida y el alcohol dura menos que la otra resaca, la de las sensaciones vividas. Cada uno de nosotros supone -o sospecha, como cuando se juega al "Desconfío" en mi pueblo- que tiene amigos. Puede intuirlo, pero la certeza nunca es permanente.

En estas fechas nuestras casillas de correo electrónico están repletas de saludos de fin de año. Cadenas de mensajes con archivos eternos, con frases repetidas y música funcional, de hotel por horas. También hay otros mensajes. Textos cortos, de dos líneas o de veinte, pero escritas por alguien para uno. Responder sería lo correcto, no es lo que hago y me excuso.

Agradezco, además, todos los correos que mis amigos que no me mandaron. No necesito que me lleguen, sospecho que me pensaron tanto como yo lo hice, y para que no se sientan en falta, tampoco yo mandé correos de felicitación.

En estas fechas se reciben muchos -demasiados- mensajes de texto en el teléfono celular. Aunque algunos sean mensajes prefabricados, está bien, porque lo que importa es que se acordaron de uno; pero también hay de los otros, de los escritos con el alma. Recibí dos la noche del 31, y todavía me dura la resaca.

Recuerdo ahora, mientras escribo, el brindis de fin de año. Cuando el 2008 era un recién llegado, cuando me abrazaban y besaban, cuando me deseaban lo mejor para lo que se viene, cuando cruzábamos las miradas y las copas, confirmé mi sospecha: sí, estaba entre amigos.

Y hoy, con el diccionario en la mano, de la R me fui hasta el principio, llegué a la A, y otra vez me sorprendí por la claridad: "amistad: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato". ¡Feliz año nuevo, amigos!