lunes, 29 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes privatizados.

En mayor o menor medida -depende del momento-, el reconocimiento a Don Atahualpa Yupanqui es casi unánime. Autor esencial de nuestra música popular -como todo artista- logra describir con eficacia y eficiencia, las más variadas situaciones.

Si todavía viviera, se haría un festín. En sus últimos años vio cómo "ramal que para, ramal que cierra" y que "el Estado es un mal administrador". Hoy vería cómo se pide a gritos presencia y control públicos. Vería -no sé con qué reacción- cómo quienes se oponían a las privatizaciones, hoy se oponen a lo contrario. Más allá de las válidas razones -estas y aquellas, espero-, el hecho me resulta llamativo.

Vería también -"el mundo es un pañuelo" o "la aldea global", vean ustedes- cómo el Estado italiano vende su compañía aérea de bandera, pero no sin antes dividirla. Problema: el gobierno dividió en dos Alitalia. De un lado la parte que da pérdidas, del otro la que da ganancias. Pregunta: ¿qué parte vendió y con cuál se quedó?

Si estás leyendo este párrafo es porque el pequeño problema anterior ya fue resuelto. Pero lamento desilusionarte. Tanta velocidad carece de mérito porque esa pregunta ya fue respondida hace mucho tiempo: las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas, escribió Atahualpa Yupanqui. Y acertó.



nota: si alguien tiene ganas de reírse y entender por qué el gobierno de Estados Unidos intenta convertirse al Socialismo, puede ver este excelente video de dos humoristas ingleses (aquí está). Y por favor no lloren, que las penas y las vaquitas hace años que se van por la misma senda.

martes, 23 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes azabaches.

Comentábamos con Javier el viejo chiste de los zapatos de charol que un pobre muchacho temió rajados durante un baile movidito. El tema surgió porque había salido a comprar un par de zapatos hacía unos días. Los más nuevos que tenía (prácticamente sin usar) eran de color caqui, y aunque él usó un adjetivo bastante más colorido y bastante menos delicado, serían demasiado vistosos para recorrer el camino hacia el altar.

Así que yo hoy también salí a mirar zapatos. Mirar, ese era mi único objetivo. No tenía la más mínima intención de comprar algo. Pero no he perdido la cordura. No me he dejado llevar por la vorágine consumista, por el despilfarro compulsivo. Lo mío tenía otra intención, más práctica, más concreta, más... más masculina, si se quiere.

Tengo un casamiento en estos días, y otro más tarde; y un par de zapatos nuevos. Nuevos porque prácticamente no están usados. Los compré hace diez años y ahí están, relucientes. Son negros, con cordones, y parece que a pesar del tiempo transcurrido, todavía siguen usándose.

Después de dar vueltas por algunas zapaterías -sin exagerar, porque soy hombre al fin- dos hechos tranquilizaron mis finanzas: la comprobación visual de que todavía se ven en las vidrieras, y la sentencia de mi compañera Mercedes -mujer al fin-, asegurando que mis veteranos zapatos aún son actuales.

Convencido entonces de que los clásicos nunca pasan de moda, listo estoy para darles lustre y dejarlos bien brillantes, espejados. No pretendo utilizarlos para emular el clásico chiste de los zapatos de charol, así que si advierto una mínima rajadura -o lo que sea- durante la fiesta, no tendré miedo alguno. Ya han dado lo que tenían que dar.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes negacionistas.

Desde hace mucho tiempo tengo la sensación de que el pasado no existe. O cuanto menos, me parece que el pasado nunca queda atrás. Está aquí. Con nosotros. Ahora.

Leía que dos abuelas encontraron a su nieto después de buscarlo durante 30 años. Para la mayoría de nosotros, el 1978 es el pasado -para algunos, hasta es historia-, pero ¿de verdad lo es?

Soy como soy porque tuve un abuelo con cine y otro con panadería. Porque mi madre es maestra, y mi padre también -a cada uno lo suyo-. Porque jugué al fútbol y toqué el piano y el clarinete. Porque conservo los amigos desde que me acuerdo y porque he perdido otros, de los que también me acuerdo.

Soy lo que soy por todo lo que leí, pero sobre todo por lo que no leí. Soy así porque leo a Fontanarrosa, porque leí a Quino y su Mafalda, porque no escucho Radio10 salvo cuando está Dolina. Porque de fútbol sabe Víctor Hugo y no Recondo, porque El Gráfico llegaba a mi casa con mucho esfuerzo, pero lo devoraba con gran facilidad.

Soy, en definitiva, mi pasado. Soy, inevitablemente, este presente. Como el nieto de las abuelas. Esas que no podían dejar de recordar su pasado y que ahora, más que nunca, su ayer es hoy, y sobre todo, mañana.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Apuntes, despuntes y pespuntes exóticos.

La ausencia puede producir ansiedad. Cuando algo te falta, cuando estás lejos de alguien o cuando una cierta rutina se interrumpe, cuesta llenar el vacío que se produce.

Nada de esto ha sucedido -estoy plenamente seguro- con los lectores de esta poco útil página. Qué son 3 semanas sin publicar cuando existen textos infinitamente mejores para leer y comentar. Hay gente que vive de la escritura. Pues bien: a por ellos, amigos, que aquí escasean las ideas y las voluntades.

Tratando de rellenar el vacío -aunque sin ideas ni voluntad- estaba yo tomando mate en una oficina, cuando entra una estadounidense (americana, diría ella, apropiándose de un continente que la excede), y viendo la discreta calabaza -con su base de cuero y la bombilla de alpaca que se apoyaba en mi boca-, pregunta: "¿africanou?".

Dejaré de lado que en la puerta había un inmenso cartel que anunciaba nuestra procedencia, y aceptaré que se refería al mate, y no a mí. Así las cosas, su pregunta demuestra desconocimiento -que no juzgo, ¡faltaría más!- pero sobre todo deja en claro una cosa: la mayoría de la gente que vive en este planeta no tiene ni la más remota idea de Argentina y de sus costumbres. Me hace bien tener en cuenta este hecho. Ajusta, modera, equilibra.