Imaginemos ahora a un griego (sin túnicas blancas ni laureles en la cabeza, por favor. Gracias), actor principal de una tragedia ambientada en este, nuestro occidente tan moderno. El griego deberá elegir entre lo divino y lo terrenal. Cualquier opción es válida, justificada. No hay posibilidad de error. Las dos son correctas. Creo que en cinco minutos se resolvería el conflicto, y la moral divina se quedaría esperando tiempos mejores.
Si bien nuestro griego tiene ya -aun antes de decidir- los pies sobre la tierra (sin túnica, pero con sandalias), el conflicto de la tragedia sigue vigente. Diferente en la forma, igual en su esencia. Y también sus personajes.
La larga espera de Penélope -tejiendo de día y destejiendo de noche durante 20 años, buscando excusas para no terminar un sudario que sancionaría la desaparición de Ulises (un poco ocupado en la guerra de Troya)-, se parece bastante a la cuenta de los meses que faltan para la llegada de las vacaciones (nuestro Ulises); de los días que nos faltan para hacer lo que no podemos hacer durante el resto del año.
¿Se puede vivir en una eterna espera? ¿Cómo encontrar (día tras día) el tiempo y la actividad que nos permitan utilizar las vacaciones para descansar y no para vivirlas como el momento anual de felicidad? ¿Se puede evitar? Creo -y espero- que sí. No debe ser fácil, o al menos no lo es para mí. Lo primero que deberíamos hacer es dejar intacto el sudario que durante el día tejimos. No buscar excusas, ni esperar el momento ideal que nunca llegará.
Estaba por escribir que mejor que prometer es realizar, pero me quedo con José Martí: "hacer es la mejor manera de decir". Y aquí estoy, con la sábana blanca y la corona de laureles -las sandalias no las encuentro-, declamando frente al espejo que entre lo terrenal y lo divino, me quedo con ambos; porque a mi, lo que realmente me gusta, es la comedia. Y como diría nuestro personaje griego: Τόσο πολύ o simplemente (y sin conflictos), hasta luego.